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La Danza del Despertar romance Capítulo 1

—Señorita Galindo, siento informarle que, tras la revisión, su acta de matrimonio es falsa. Falsificar un acta de matrimonio es un delito. Le pedimos que colabore con nuestra investigación.

—¿En serio ahora ya existen actas de matrimonio falsas?

—Seguro la engañaron, pobrecita...

Bajo las miradas extrañas del personal y de varias parejas, Vanesa Galindo salió del registro civil con la mente hecha un caos.

El sol quemaba con fuerza, pero ella sentía el cuerpo helado, como si la hubieran sumergido en hielo.

Apenas ayer, Raimundo Ávalos había aceptado casarse con ella, poniendo fin a cinco años de noviazgo.

La noche anterior, la habitación se llenó de una intimidad inconfundible.

En el momento más intenso, el timbre de un celular rompió el hechizo.

Raimundo, de manera inesperada, se detuvo y contestó la llamada.

—No hagas dramas. El acta que tengo con ella es falsa. Después de todo, hace dos años ya me casé contigo.

Aunque él hablaba en francés, Vanesa entendió cada palabra.

Los amigos de Raimundo dominaban francés, y para poder encajar, ella también había tomado clases en secreto.

—Claro, Rai, ya lo sé. Pero aun así me da celos. Ojalá esa mujer no existiera.

—Amor, deja de comportarte así. Vane no tiene la culpa. ¿Todavía no te tranquilizas después del accidente? Ya no puede bailar, nunca más. Nadie volverá a pelearte el puesto de reina del baile. Si ocurre algo más, no podré cubrirte.

—¿Y el bebé?

—Cuando ella tenga al hijo, buscaré la manera de ponerlo a nuestro nombre.

—Ya, pórtate bien. Ella no te llega ni a los talones, ¿cómo crees que me va a gustar?

El asombro de Vanesa se mezcló con una lucidez repentina.

¿Así que aquel accidente de hace dos años había sido provocado?

Aquel día, un camión descontrolado estuvo a punto de arrollarla, casi pierde ambas piernas.

Pasó más de medio mes en el hospital, luchando para salvar una pierna, pero su vida en la danza se terminó ahí.

En ese momento, se le llenaron los ojos de lágrimas.

Recordó cuando él le prometía que, sin importar dónde estuviera o la hora, siempre iría por ella para regresar juntos a casa.

Pero ahora, ¿todavía podían llamarle hogar a ese lugar?

Raimundo llevaba dos años siendo el esposo de otra, engañándola tanto en cuerpo como en alma.

—¿Vane?

—No hace falta —respondió Vanesa, las lágrimas rodando por sus mejillas, pero sin dejar que se notara en su voz—. Tengo cosas que hacer, yo me encargo.

Por más que insistió, Raimundo terminó cediendo.

Al colgar, Vanesa trató de ordenar el enredo de pensamientos en su cabeza.

Cinco años de noviazgo con Raimundo, quien siempre había sido ejemplar.

En la universidad era el popular presidente estudiantil, y después, el exitoso y apuesto presidente Ávalos. Las mujeres lo buscaban sin descanso, pero él las ignoraba a todas menos a ella.

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