Vanesa reflexionó un momento antes de responder con voz firme:
—El compromiso matrimonial no es un juego, así que lo tomaré en serio. Ya que acepté la idea de la unión, me esforzaré en convivir y llevarme bien con la persona que me corresponde.
Al terminar, le regaló una sonrisa a Jaime.
—No te preocupes.
—¿Que no me preocupe? —preguntó Jaime, un poco sorprendido.
—Sí —Vanesa asintió con seriedad.
Pensó que seguramente Jaime, como parte de la familia Morán, solo quería asegurarse de su actitud ante todo esto. Era normal que un primo se preocupara por cuestiones tan importantes como el matrimonio de su familiar.
Pasaron varios segundos en silencio antes de que Jaime, con voz apenas audible, respondiera:
—Ajá.
El carro se detuvo frente a la casa de Vanesa, una antigua vivienda de estilo colonial donde ella se alojaba esos días. Vanesa le agradeció a Jaime y justo cuando se disponía a bajar, escuchó su voz nuevamente:
—El veintidós del próximo mes hay el estreno de una película. ¿Quieres ir conmigo?
Vanesa se quedó helada y volteó a verlo, sin poder ocultar su asombro.
El rostro de Jaime se mantenía impasible, pero en su mirada latía una sinceridad que la hizo dudar.
En realidad, a Vanesa le encantaba ir al cine. Y justo la película que estrenaban el próximo mes era de una directora reconocida, una obra que llevaba años esperando ver, además de ser de su género favorito. A pesar de su agenda apretada, había estado al pendiente de cada noticia sobre esa película.
Pero nunca se imaginó que Jaime le haría esa invitación.
El veintidós del mes que viene… para entonces, ya estaría de regreso en Puerto San Sebastián. Seguramente ya habría visto a Pablo.
Ir al cine con Jaime en ese momento… ¿qué sentido tendría?
—No, gracias —respondió, forzando una sonrisa cordial—. Yo… en realidad no soy muy fan del cine. Hasta luego, presidente Morán.
Abrió la puerta, descendió del carro y avanzó hacia la casa sin mirar atrás.
Desde el asiento, Jaime la observó entrar. Se mantuvo en silencio varios minutos, hasta que, de repente, se le escapó una sonrisa ladeada.
—Pequeña mentirosa…
Esa noche, Vanesa lo había engañado dos veces. No, en realidad, tres.
Decía que pondría todo de su parte para llevarse bien con su futuro esposo, pero ni siquiera aceptaba ir al cine con él.
Pero no importaba.

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