—¡Aah! —Alana se tapó los oídos y gritó.
Por fin entendía por qué Abel nunca admitió haberla tocado. ¡Abel decía la verdad! Se había detenido en el último momento y, ¡Cristofer se había aprovechado de ella! Esa sensación orgásmica que sintió aquella noche…, ¡fue ocasionada por Cristofer!
—¡Aah!
Aunque no era la primera vez que Alana se acostaba con Cristofer, no sabía cómo interpretar toda la situación. ¡Lo peor fue cuando insistió en que el niño que llevaba en su vientre era de Abel! Resultó que el niño pertenecía al Señor X o a Cristofer.
Abel quería que diera a luz para demostrar de una vez por todas que el niño no era suyo. Al mismo tiempo, la reputación de Alana quedaría arruinada. Sería el ser más despreciable de toda Esturia una vez que la verdad saliera a la luz.
«¿Qué es lo que debo hacer? ¡Eres muy cruel, Abel!».
—¡Aah! —Alana gritó una vez más.
Su rostro había palidecido y tenía la frente empapada de un sudor frío. Cristofer no sabía en qué estaba pensando. La abrazó por la cintura y le dijo:
—Alana, ¿estás pensando en abandonarme una vez que hayas terminado de utilizarme?
—¡No tengo más tiempo para desperdiciarlo contigo! —se quejó Alana—. ¡Ahora estoy en un gran problema y tú también podrías estarlo!
—¿Qué quieres decir? ¿Qué clase de problema? —Cristofer estaba confundido.
—¡Ahora sé que Abel no me tocó esa noche y que el bebé en mi vientre es tuyo, pero le dije a Abel que el bebé es suyo! ¡Puedes darte cuenta de que está esperando a que dé a luz al niño y demuestre que no es suyo!
Cristofer cayó al suelo.
—Si el niño es mío, ¡seguro que estaré muerto!
—¡No podemos quedarnos con el bebé! ¡Tendré que abortarlo!
—Pero eso no va a esclarecer la situación. ¿Cómo voy a saber que Abel nunca te tocó?
Alana cayó de rodillas.
Alana apartó a Cristofer de un empujón, se vistió a toda prisa y salió corriendo de la casa. Media hora más tarde, la mujer llegó a la residencia de la Familia Linares. Alondra acababa de bañarse y seguía su rutina de belleza nocturna.
—¡Estoy en un gran problema! —Alana se tiró sobre el regazo de Alondra—. ¡Tienes que salvarme, tía!
—¿Qué fue lo que pasó? ¡Parece como si te fueras a morir! —Alondra se arrancó la mascarilla de belleza del rostro.
—¡Tía! —sollozando, Alana le contó a Alondra lo que acababa de descubrir.
Alondra cerró la puerta.
—¿De verdad Cristofer dijo eso?
—¡Sí! —dijo Alana con lágrimas en los ojos—. Todo concuerda con lo que dijo Abel. Supongo que es verdad, ¡tuve algo que ver con Cristofer y no con Abel!
—¡No me extraña que Abel esté tan seguro de que el niño no es de él! —Alondra también estaba estupefacta—. Pensé que no se atrevía a admitirlo. ¡Parece que todo lo que hicimos fue en vano!

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