—¿Qué puedo hacer, tía? —dijo Alana mientras sollozaba—. ¡Tienes que ayudarme! De otro modo, ¡estoy acabada!
—Déjame pensar, déjame pensar —repitió Alondra mientras daba vueltas por la habitación. Al final, dijo—: ¿Por qué no le pedimos ayuda a Adán?
—¿Adán? —Alana entró en pánico—. ¡Ese tipo es un tirano sin corazón!
—Pero solo alguien como él puede ayudarnos —dijo Alondra—. Solo él puede convencer a Óscar para que esté de nuestro lado.
—Tía, ¿por qué involucramos a Óscar en esto? —Alana se puso aún más nerviosa—. ¡Ya es un problema enorme!
—Solo Óscar puede resolver esto con su autoridad. Le pediremos a Adán que haga que Óscar nos ayude.
En el hospital, Evaristo por fin despertó. Emma le sonrió mientras lo arropaba.
—Me siento mucho mejor ahora, mami. Ya no tienes que preocuparte por mí.
—Mmm. —Emma sintió un nudo en la garganta—. Todo gracias al Señor Rivera.
—No es el Señor Rivera. Es papi —dijo Evaristo con seriedad—. Los tres pensamos que es nuestro papi.
Emma negó al mismo tiempo que sacudía la cabeza:
—Pero… no lo es.
—Mami, puedes casarte con el Señor Rivera. Así se convertirá en nuestro papi de verdad y Timoteo tendrá una mami.
—Chss, no digas eso. —Emma pellizcó con cariño la nariz de Evaristo—. Timoteo ya tiene una mami.
—Pero Timoteo nos dijo que su mami no lo quiere para nada. Cree que no es su verdadera mami.
A Emma le hizo gracia lo que dijo el niño.
—¡Eso es imposible! Alana es la verdadera mami de Timoteo.
—Pero eso es lo que dice Timoteo. —Evaristo hizo un puchero—. Si no me crees, puedes preguntarle a él.
Emma estaba a punto de leerle un libro de cuentos a Evaristo cuando vio una notificación de noticias en su móvil. El titular decía:
«¡Tragedia en el Hospital de Maternidad Borbollón! ¡Hay tres muertos!».
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