Joel dudó un poco:
—¿De verdad hace falta? Además, todavía estás en cuarentena después del parto, no deberías salir.
—Joel, estar en cuarentena es como estar castigada en la casa, ya muero de ganas de salir a que me dé el aire.
—Además, escuché de Dolores que la casa que te interesa está en Villa Sierra de Brumas. Conozco muy bien esa zona. Capaz que me topo con algún conocido y hasta nos hacen un descuento, no estaría nada mal.
De pronto a Joel le vino a la mente que la mansión Feliciano estaba justo en Sierra de Brumas.
Sierra de Brumas tenía muchísimas residencias, cada una independiente, con diferencias de ubicación, tamaño y lujos.
Por ejemplo, la Hacienda Sierra de Brumas de la familia Feliciano estaba en el mejor punto, era gigantesca, incluso tenía su propio campo de golf privado. El valor ni siquiera se podía calcular.
Pero la que Joel tenía en la mira estaba casi al pie de la montaña, lejos del área más exclusiva. Era la más barata de esa zona, solo costaba cien millones de pesos.
De todas formas, el simple hecho de decir “Sierra de Brumas” ya era sinónimo de estar en el círculo de los ricos, la etiqueta de la alta sociedad.
Aunque Marisol era la supuesta hija de la familia principal de los Feliciano, había crecido 15 años rodeada de lujos, así que seguía teniendo buenas conexiones. No era imposible que les dieran algún descuento.
—Bueno, entonces ve conmigo más tarde.
Marisol, animadísima, salió con Joel.
Para su sorpresa, Joel iba a sacar un Chery QQ.
—Joel, ¿y tu Rolls-Royce de edición limitada?
Joel tuvo un momento de incomodidad y contestó:
—Hace un par de días me chocaron por detrás y está en el taller. Este es el carro que usa mi familia para ir al mercado.
Nombrar el Rolls-Royce le dejó un mal sabor de boca a Joel.
Sumó otro punto más a la lista de cosas que le molestaban de Brenda.
Por dentro, Marisol se sentía decepcionada, pero fingió una sonrisa:
—El QQ es simpático, pero creo que mejor vamos en mi Mercedes. Los del centro de ventas son bien fijados, capaz ni nos dejan entrar con este carro.
Al ver la sonrisa inocente de Marisol, Joel sintió una punzada de ternura.
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