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La Doctora que Destruyó su Imperio romance Capítulo 48

Pensando en eso, Joel sintió cómo la inquietud que le apretaba el pecho finalmente se aflojaba.

Si Brenda estaba celosa, la cosa era fácil de arreglar.

Solo cuando Brenda se ponía celosa era capaz de hacer cosas tan absurdas.

Joel se enderezó en el sillón, alzó la cabeza con orgullo y una chispa de arrogancia se encendió en su mirada.

Al final, a Brenda sí le importaba lo que él hacía. Mucho más de lo que ella misma admitía.

Mañana era el último día para pagar el resto en el centro de ventas.

Tenía que lograr que Brenda le transfiriera los sesenta millones esa misma noche.

Además, debía reponer el millón que le faltaba a la empresa cuanto antes, porque si alguien detectaba el hueco en las cuentas, las consecuencias serían desastrosas.

Joel pensó un momento.

Si Brenda no se estaba quedando con Verónica estos días, seguramente había vuelto a la mansión Santillán.

Decidió que esa noche iría para allá.

La familia Santillán no vivía en Ciudad de Marisombra, sino en Palmera Solís, una ciudad vecina famosa por sus canales, puentes y jardines, como los pueblos ribereños del sur.

La mansión Santillán era un ejemplo clásico de jardín tradicional. Ocupaba una enorme extensión; parecía escondida entre las calles, pero en realidad estaba justo en el centro de la ciudad. Desde fuera, solo se veían altos muros blancos con líneas de pintura negra como pinceladas y techos de tejas oscuras, tan elegantes como el trazo de un artista.

Pero al entrar por la puerta principal en el carro, era como sumergirse en una pintura viviente. Los senderos serpenteaban entre pabellones y terrazas; había montículos de piedra que imitaban montañas, patios grandes y pequeños, techos inclinados y enormes ventanales desde donde se filtraba la luz cálida.

Joel dejó su carro afuera y siguió al mayordomo por la puerta redonda del jardín hasta llegar al Jardín de Bambú.

—Señor Joel, el señor tiene visita hoy. Permítame avisarle que llegó. Espere aquí un momento.

Joel respondió con tono amable y educado:

—Gracias por avisar.

Pero apenas el mayordomo se fue, la sonrisa de Joel se borró por completo. En sus ojos asomó una sombra oscura, casi llena de rencor.

Tres años.

Tres años y el mayordomo todavía lo llamaba “señor Joel”, sin reconocerlo siquiera como parte de la familia.

Y cada vez que iba, ni siquiera podía entrar directo a la casa. Siempre tenía que esperar a que anunciaran su llegada.

Joel sabía demasiado bien que la familia Santillán jamás lo había aceptado. Nunca lo vieron como el esposo de Brenda; cada visita era otra oportunidad para humillarlo.

Capítulo 48 1

Capítulo 48 2

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