Ese día, Paulina y Jaime trabajaron hasta tarde antes de salir de la oficina.
Al llegar a casa de los Romo, Paulina se quedó un rato conversando con la abuela Romo. Justo cuando subía a su cuarto, Josefina le envió varios mensajes.
Los abrió y vio que eran puras fotos.
En ellas aparecía Josefina junto a Armando, Cástulo Haro y Alfredo Chávez.
Después de las fotos, Josefina le mandó un mensaje de voz.
[Mamá, vine a unas aguas termales con mi papá y sus amigos. ¿Tú qué haces?]
Paulina respondió:
[Mamá está por bañarse. Que te diviertas mucho.]
Tras contestar, dejó el celular y se metió al baño a ducharse.
Al salir de la ducha, leyó un poco y buscó algo de información. Cuando ya se sentía cansada y estaba a punto de dormir, el celular volvió a sonar con una notificación.
Paulina echó un vistazo y vio que era otro mensaje de Josefina.
Lo abrió.
Lo primero que vio fue otra fotografía.
La foto estaba tomada en una habitación, y en el centro se veían tres libélulas tejidas con paja.
Sin embargo, además de las tres libélulas, en la foto también se alcanzaba a ver un bolso y el saco de un traje.
El bolso y el saco estaban juntos, sobre la cama.
Ese bolso se lo había visto a Mercedez antes; era un modelo de edición limitada de Hermès, con un precio de siete cifras para arriba.
Seguramente Josefina no se había fijado en esos detalles. Le envió a Paulina un mensaje de voz.
[¡Mamá, estas libélulas me las hicieron papá y el señor Cástulo! ¿A que están bonitas?]
Paulina respondió al instante.
[Sí, muy bonitas.]
Josefina debía de estar muy emocionada, porque de repente le hizo una llamada de voz.
Paulina vio la pantalla y no tuvo más remedio que contestar.
—¡Mamá!
Justo cuando Paulina iba a hablar, la voz de Armando se escuchó de fondo.
—¿Todavía no te bañas?

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