La Esposa de Lobo romance Capítulo 159

Cayó en un cálido abrazo.

Cuando abrió los ojos, vio a Andrius. Él la había atrapado.

"Frank, vigílala".

Antes de que Luna pudiera decir algo, Andrius la puso al cuidado del Gordo Frank.

"¡Iré tras ese tipo!".

Andrius corrió hacia el trabajador que se había escapado.

El culpable era rápido. Además de la ventaja del tiempo, pudo alejarse bastante de la obra.

Sin embargo, el que lo perseguía era Andrius, un friki.

Andrius fue capaz de acortar la distancia a unos pocos metros en tan solo unos segundos.

"Andrius Moonshade, ¿me estás obligando a matarte?".

El obrero sabía que ya no podía dejar atrás a Andrius cuando llegó a una esquina apartada. Se detuvo y se giró hacia Andrius con expresión despiadada.

Los Hanshus lo habían enviado para sabotear el proyecto del Instituto Valiant y matar a Luna si tenía la oportunidad.

Sin embargo, el verdadero objetivo de los Hanshus era Andrius, no Luna.

Cuando vio a Andrius pisándole los talones, decidió matarlo también para reclamar una gran recompensa por su cadáver.

"¿Matarme?". A Andrius le pareció interesante. "Da lo mejor de ti".

Se quedó quieto con los brazos cruzados.

"Eres un arrogante".

El obrero entrecerró los ojos con un destello vicioso. Sus labios se curvaron en una sonrisa malvada y dijo: "¡Morirás hoy! ¡No eres invencible solo porque hayas matado a Caracortada! Caracortada no aguanta ni diez asaltos conmigo, ¡así que no tienes nada de qué enorgullecerte!".

Entonces, el trabajador se acercó a Andrius.

"¿Oh? ¿Eres así de fuerte?", dijo Andrius con ligera sorpresa. "Maté a Caracortada en un solo asalto. ¿Qué te parece?".

Su sonrisa burlona enfureció al obrero.

El obrero se quedó mirando a Andrius con miedo y horror.

"Dime, ¿quién te envió?", preguntó Andrius mientras se acercó a él.

"¡Hmph!". El trabajador ya estaba tirado en el suelo, pero se burló y se negó a someterse mientras giraba la cabeza hacia otro lado.

"Un testarudo, por lo que veo. Bien".

Andrius clavó una aguja en el cuerpo del hombre.

"¡Aaaaargh!".

En menos de treinta segundos, gritos dolorosos resonaron en el cielo.

El trabajador sintió como si le quemaran el cuerpo. El insoportable dolor lo hizo sudar profusamente y le empapó la camisa. Por más que se retorcía y se agitaba, no podía librarse del dolor.

El dolor se hizo más intenso al cabo de unos segundos.

El trabajador no pudo aguantar más y dijo: "¡Fueron... los Hanshus!".