La Esposa de Lobo romance Capítulo 280

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La escena era una pesadilla que atormentaría a todos los presentes de por vida.

“¡Muchachos!”.

Después de lidiar con los asesinos, Hex bramó: “¡Metan a todos los Crestfall de Sumeria en los ataúdes!”.

Sus palabras eran una sentencia de muerte para los Crestfall, quienes se sentían desesperados y horrorizados.

El Aprendiz Pálido se acercó a los Crestfall, cosa que los hizo retroceder con nerviosismo.

No tardaron en quedar acorralados contra la pared del edificio. No había escapatoria.

¡Paf! ¡Paf! ¡Paf!

Tras esto, una serie de ruidos sordos resonaron a través del campo ensangrentado. Era como si un toque de difuntos resonara una y otra vez, lo cual hizo zumbar la cabeza de todos.

“¡¿Quién está tocando el toque de difuntos?!”, rugió Hex con una expresión furiosa mientras trataba de ubicar la fuente del sonido.

Sin embargo, no obtuvo respuesta.

Todos miraron a sus alrededores en un intento de ubicar la fuente del ruido.

“¡Allá arriba!”, gritó alguien.

Todos levantaron la vista.

Una figura los miraba desde lo alto de un rascacielos a un lado de la sangrienta plaza de la ciudad. El viento sopló, haciendo que sus ropas ondearan. Debido a la distancia, eran incapaces de identificar el género de la persona, y mucho menos ver su rostro.

¡Jop!

La figura saltó del edificio.

¡Jah!

“¿Qué m*erda?”.

“¿Acaso está tratando de suicidarse?”.

Todos estaban estupefactos ante las acciones de aquella temeraria figura, la cual examinaron mientras caía.

¡Paf!

La persona cayó en medio de la plaza de la ciudad. No murió ni se rompió un brazo o una pierna. El hombre, ileso tras la caída, caminó hacia Hex.

Una vez más, todos quedaron asombrados.

¡Este hombre era un experto!

Aquellos que estaban en la parte trasera del lugar se dieron la vuelta, preguntándose quién era tan audaz como para hacer una maniobra así en frente de Hex. Lastimosamente, debido a la distancia, además de la postura del hombre, los dignatarios eran incapaces de ver con claridad lo que ocurría. La excepción eran aquellos que estaban en la primera fila.

¡Era Andrius!

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