Karla terminó de hablar y se disponía a marcharse.
Tamara se quedó pasmada.
¿De verdad la estaba rechazando?
—Espera, ¿sabes quién soy? Piénsalo bien antes de contestar.
—Lo tengo muy claro. Mi respuesta es no.
—¿Qué te pasa? Te estoy ofreciendo dinero para que regreses, ¿por qué no quieres aceptar?
Tamara se levantó de golpe y sujetó el brazo de Karla con fuerza.
Para ganarse el favor de Héctor, Tamara tenía que llevarse a Karla sí o sí.
Karla frunció el ceño, bajó la mirada y se fijó en la mano con la que Tamara la tenía agarrada.
De pronto, sus ojos se abrieron con asombro.
En la muñeca de Tamara colgaba una pulsera de jade completamente verde, de un brillo y calidad insuperables, una auténtica joya, valuada en más de cien millones de pesos. Karla la reconoció de inmediato: era la herencia más preciada de su familia.
Su madre se la había dado, advirtiéndole que la cuidara como el tesoro que era, pues quizá algún día la salvaría. Pero cuando Karla tuvo que irse apresurada años atrás, la pulsera se quedó en la casa de la familia Lozano. Y ahora, ¿cómo había acabado en la muñeca de Tamara?
¿Se la había regalado Bastián?
¿Con qué derecho tomaba Bastián algo suyo para dárselo a Tamara?
Karla le apretó la mano a Tamara.
—¿Esa pulsera de jade es tuya?
Tamara le lanzó una mirada molesta.
—Obvio que es mía. Me la regaló mi esposo, ¿o qué? ¿Vas a decir que es tuya?
Así que sí, Bastián se la había dado.
Un dolor agudo le atravesó el pecho. Bastián sabía perfectamente que le pertenecía a ella, y aun así se la regaló a Tamara.
¿Podía haber peor clase de tipo? ¿Quién le da la herencia de su exesposa a la nueva?
¿No le remordía ni tantito la conciencia?
En familias como los Lozano, jamás permitirían que su sangre se quedara fuera del clan.
Y esos tres niños ya lo eran todo para Karla. No podía permitir ni siquiera la mínima posibilidad de separarse de ellos.
Por eso llevaba años usando un velo, cuidando cada paso.
Karla apretó los puños, sintiendo la mirada de Bastián que parecía querer atravesar la tela para descifrar su cara.
El corazón le latía tan fuerte que parecía que se le iba a salir del pecho.
Tamara soltó la mano de Karla y cambió la actitud de inmediato.
—Bastián, ya le expliqué a la señorita Karla, pero no quiere venir con nosotros. Parece que no tiene ningún interés en la familia Lozano, nos mira por encima del hombro.
Despreciar a la familia Lozano. Qué maldita atrevida.
Tamara se irguió con aires de superioridad.
Bastián mantuvo su mirada fija en Karla.
—Dime cuánto quieres.

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