La Guerra de una Madre Traicionada romance Capítulo 1438

Como si hubiera notado su mirada, Sebastián Fonseca detuvo un instante el movimiento con el que se secaba el cabello.

Volteó a ver a Sabrina Ibáñez y la encontró mirándolo, completamente absorta.

Una sonrisa casi imperceptible se dibujó en los labios de Sebastián.

—¿Cuándo llegaste?

La voz de Sebastián la sacó de su trance de golpe.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que llevaba un buen rato clavada en su cuerpo.

Normalmente, Sebastián parecía más bien delgado, pero ahora veía que tenía lo suyo…

Sin saber por qué, a Sabrina se le secó la boca.

Ella, que estaba acostumbrada a todo tipo de situaciones, se quedó con la mente en blanco por unos segundos.

—Perdón, es que la puerta estaba abierta y como me urgía revisar el contrato, pues entré. Si… si no te sientes cómodo, me los llevo y los reviso en mi cuarto…

Mientras hablaba, Sabrina se levantó casi por instinto.

Aunque intentaba mantener la compostura, las manos le temblaron y los documentos que sostenía se le cayeron al suelo.

Sabrina se quedó helada.

Muerta de la vergüenza, se agachó de inmediato para recogerlos.

Al ver la escena, Sebastián dejó la toalla a un lado y caminó lentamente hacia ella.

Conforme el hombre se acercaba, el corazón de Sabrina empezó a latir desbocado, fuera de control.

El aire se llenó del aroma fresco del jabón, un olor que mareaba un poco.

Sebastián llegó a su lado y también se agachó para ayudarla a recoger los papeles esparcidos por el suelo.

—Parece que modificaron algunas cosas en estos documentos. ¿No quieres revisarlos otra vez para asegurarnos de que no se nos escape ningún detalle?

Sebastián estaba demasiado cerca. Tan cerca que podía sentir su respiración y ver cada una de sus pestañas con total claridad.

La respiración de Sabrina se volvió irregular.

—No te preocupes… los reviso yo en mi cuarto.

La mirada oscura de Sebastián se posó en el rostro de ella.

—Mejor te señalo los cambios. Si te pones a buscarlos uno por uno, vas a perder mucho tiempo, y el señor Pérez nos invitó a salir en un rato. No podemos llegar tarde.

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