Sabrina entendió a qué se refería Sebastián.
—¿Estás diciendo que Fidel podría contactar a los Ibáñez para ayudar a Eva?
Sebastián asintió levemente.
—Desde su posición, Eva no puede tener ninguna relación directa con los Ibáñez. Para ascender, no tiene a mucha gente a la que pueda usar o pisotear. Creció con los tres hermanos Ramos, así que ellos no serán su primera opción. Aparte de ellos, ahora estás tú. Tienes las acciones fundadoras y estás en el bando contrario. Ella tiene mil razones para convencerse de que debe ir contra ti. Sin embargo, como todavía existe un lazo familiar, no puede atacarte sin una buena excusa. Usar a los Ibáñez es la mejor estrategia. —Sebastián miró por la ventana, con la vista perdida en la distancia—. En cuanto a Fidel, no ayuda a Eva solo porque le guste. Es porque, si Eva logra ascender, para él todo son ventajas. Si se casa con ella, se casa con la líder de la familia Ramos. Y aunque al final no terminen juntos, Eva le deberá un favor, y su relación será mucho más estrecha que con cualquier otra persona.
—Mi madre nunca me habló de mis abuelos ni de su familia —dijo Sabrina—. Supongo que tampoco fue muy feliz en la casa de los Ibáñez.
—En las familias ricas, la gente demasiado sentimental acaba devorada hasta los huesos. Los que sobreviven a esa selección natural no son personas comunes y corrientes.
Sabrina pensó en cómo su madre lo había dado todo por Martín y los tres hermanos, solo para ser forzada a exiliarse, sin que nadie le agradeciera nada.
—Hache, no te preocupes —dijo—. No me dejaré llevar por los sentimientos.
—El fin de semana te acompañaré.
—De acuerdo.
En realidad, había algo que Sebastián no había dicho.
Si Fidel quería atacar a Sabrina, primero tendría que atacarlo a él.
Su presencia era, para ellos, el mayor obstáculo.
***

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