Al escuchar esto, Esteban no se alarmó en lo absoluto.
Dijo con indiferencia:
—¿Qué pasó? Explícame bien.
El asistente, temblando, respondió:
—Llevábamos los documentos para tramitar la transferencia de acciones. Y de repente... de repente se desató un incendio ahí mismo. El fuego estaba muy fuerte, todo el mundo corría para todos lados. Los dos abogados pensaron que el otro tenía los documentos, así que ambos salieron corriendo, y resulta que... resulta que... ninguno los sacó. El contrato de transferencia se quemó...
Esteban soltó una risa fría.
—Con razón Sabrina estaba tan calladita, me estaba esperando con esto. No te asustes, tenemos la certificación notarial y los respaldos. Aunque el papel se haya quemado, el acuerdo entre Sabrina y yo ya es válido. Si piensa que puede hacerse la loca de esta manera, es muy ingenua.
La voz del asistente sonaba a punto del llanto.
—Yo pensé lo mismo, así que les pedí a esos dos abogados que fueran por las copias digitales y los archivos notariales. Y resulta que... ¡de pronto no puedo contactar a ninguno de los dos!
La expresión despreocupada de Esteban cambió en un instante.
—¿Qué dijiste? ¿Cómo que no puedes contactarlos?
El acuerdo con Sabrina se firmó ante testigos legales. Esos dos abogados también hicieron la certificación notarial ahí mismo. Todos los trámites los manejaban ellos. ¿Y ahora le decían que los dos abogados habían desaparecido?
El asistente continuó:
—Sí, uno dijo que iba por el respaldo, el otro a buscar el archivo notarial, y justo ahora... ninguno contesta. Mandé gente a buscarlos a sus casas, pero ya están vacías, se fueron...
Esteban tardó un buen rato en reaccionar.
¡Esos dos abogados eran gente de Esteban! Desde que entró al Grupo Ramos, esas dos personas habían trabajado a su lado sin cometer un solo error. Esteban confiaba plenamente en ellos.
Y ahora...

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