Era como estar soñando.
Nunca había pensado que Diego y su esposa no fueran sus verdaderos padres, por lo que tampoco había esperado nada.
Por un momento, Sofía se quedó paralizada, sin saber cómo reaccionar.
La tía Paulina miraba a Sofía, y las lágrimas que había logrado contener volvieron a brotar intensamente, trayendo consigo recuerdos fragmentados.
Cada recuerdo mostraba la sonrisa de Luna.
Cada uno de ellos coincidía con el rostro de Sofía.
¡Qué equivocada estaba!
¡Tan equivocada!
La niña se parecía tanto a ella, y sin embargo, no había logrado darse cuenta.
Desde el primer momento en que vio a Sofía, debería haber pensado que ella era Luna.
La tía Paulina quería abrazar a Sofía, pero se sentía como si tuviera plomo en los pies, incapaz de dar un solo paso.
Después de un momento, la tía Paulina reaccionó, se acercó a Sofía y la abrazó, diciendo emocionada y sin poder articular bien las palabras:
“Sofi, Luna, mi niña, lo siento mucho...”
La tía Paulina tenía miles de cosas que decir, pero en ese momento, no podía expresar nada más que disculpas.
Se sentía feliz y a la vez afligida.
Una mezcla de emociones.
Quizás solo aquellos que han vivido algo similar puedan entenderlo verdaderamente.


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