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La Heredera del Poder romance Capítulo 3176

Bárbara y las otras dos damas de honor aceptaron con una sonrisa el dinero, y solo entonces les señalaron por fin el camino correcto.

Después de un buen rato de vueltas y obstáculos, por fin encontraron los zapatos de novia.

Sebastián, de rodillas, le puso los zapatos a Gabriela, y luego, sin dejarla reaccionar, la cargó en brazos y dijo: —Vámonos a casa.—

Con paso decidido, la llevó hasta el auto nupcial, temeroso de que las damas de honor se arrepintieran y quisieran complicarle la vida de nuevo.

Por suerte, las chicas no pusieron más trabas y se subieron tranquilamente a otro de los autos de la caravana nupcial.

Ese día celebraban una boda tradicional. Sebastián había pensado en organizar una llegada espectacular, al estilo antiguo, con un carruaje tirado por ocho caballos, pero temía provocar un caos en el tráfico, así que optó por no hacerlo.

En total iban veintiocho autos de lujo.

Todos Maserati, con placas numeradas en orden.

...

Mientras tanto, en las redes sociales.

La imponente caravana de la boda había causado sensación. Todo el mundo se preguntaba qué personaje tan importante estaría casándose.

Y por si fuera poco, el cielo de la ciudad, normalmente tranquilo, se llenó de helicópteros volando todos hacia la misma dirección.

Y aunque en Ciudad Real abundaban los grandes empresarios y políticos, no era común ver tantos helicópteros al mismo tiempo yendo al mismo sitio.

—Me contó un amigo de total confianza que hoy están reunidos en Ciudad Real los peces gordos de todo el mundo.—

—¿Y todo es por esta boda?—

—No exageres, ¿quién podría casarse y juntar a tanta gente poderosa?—

—Bueno, sí hay quienes podrían, como la Srta. Yllescas y el señor Sebas. Pero según yo, aún no anuncian la fecha.—

—Oye, ¿y tu amigo no te dijo quién se está casando exactamente?—

...

Las redes ardían en especulaciones. Nadie sabía a ciencia cierta de quién era la boda.

La caravana llegó a un hotel cinco estrellas.

Ese hotel era de Sebastián. Cerró medio mes antes para preparar la boda.

Ahora, adentro y afuera, solo se veían invitados.

Los grandes empresarios, políticos y celebridades, todos estaban ahí reunidos.

Gabriela, del brazo de Rodrigo, esperaba tras la gran puerta del salón.

La luz era tenue.

No podía ver bien el rostro de Rodrigo, pero sintió cómo una lágrima silenciosa caía sobre su brazo.

El amor de un padre no necesita palabras.

Gabriela también sentía un nudo en la garganta. Miró a Rodrigo y le dijo: —Papá...—

—Sí, hija.— Rodrigo se tragó las lágrimas, —Gabi, hoy papá está muy feliz.—

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