Gabriela se acomodó en su silla con gracia.
El mesero se acercó y le entregó la carta de postres. "Qué suerte tienes, tu novio sí que te consiente demasiado."
"Gracias." Gabriela cogió el menú y empezó a pedir: "Quiero esto, esto, esto y también esto. Todo."
El mesero la miró sorprendido y no pudo evitar advertirle: "Señorita, quizá sea demasiado para dos personas."
Gabriela lo miró fijamente y dijo: "Es para mí sola."
¿Para ella sola? ¿Cómo podría comer tanto?
El mesero no pudo ocultar su asombro. ¿Sería Gabriela aquella famosa glotona de los vídeos en internet?
Mientras el mesero aún estaba conmocionado, Sebastián añadió: "Para mí, una sopa de lechosa, por favor."
"Claro."
Los postres llegaron en poco tiempo y pronto la mesa se llenó.
Al ver los deliciosos postres, los ojos de Gabriela brillaron de emoción. Tomó una cuchara y empezó a disfrutar con gusto.
En realidad, Sebastián antes no solía comer postres, pero ahora, influenciado por Gabriela, no solo había empezado a comerlos, sino que también empezaba a encontrarles el gusto.
...
Al día siguiente.
Ella se levantó puntual a las siete.
Después de vestirse, se paró frente a la ventana panorámica y abrió las cortinas.
El sol dorado inundó la habitación, iluminando la nevada de la noche anterior. El reflejo del sol en la nieve proporcionaba algunos destellos dorados.
El paisaje nevado mejoró su estado ánimo, y Gabriela bajó las escaleras tarareando una canción.
Al bajar, vio a Rodrigo y a Adam quitando nieve en el patio.

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