Fausto continuó hablando: "¿Qué pasó hoy durante el día?"
"Me he descuidado", respondió Paloma, bajando la cabeza.
Fausto, lleno de ira, tomó la taza de té que estaba sobre la mesa y la arrojó al suelo con fuerza.
¡Crash!
"¡Qué vergüenza! ¡Perder ante una simple niña!"
Si hubiera perdido contra otra persona, no importaría tanto. Pero que Paloma hubiera sido humillada por Gabriela, eso era inaceptable. Antes, Fausto siempre había sido opacado por el abuelo Yllescas. Y ahora, en la siguiente generación, Paloma había permitido que Gabriela lo superara. ¿Cómo podría Fausto soportar semejante humillación?
Jordan se apresuró a explicar: "Señor, ha habido un malentendido. Paloma no perdió contra Gabriela, fue Don Sanz quien nos tendió una trampa."
Si no fuera por Don Sanz, ¿qué sería Gabriela? Ella ni siquiera era comparable al dedo meñique de Paloma.
Al escuchar esto, Fausto entrecerró los ojos: "¿Cómo es eso posible?"
Jordan prosiguió: "Gabriela no sabe nada de finanzas, es una arrogante; todo ha sido manipulado por Don Sanz en secreto."
Fausto se levantó de un salto y, con una voz furiosa, exclamó: "¡Carlos Sanz, ese viejo! Después de tantos años, pensé que se había vuelto un hombre calmado. Pero veo que sigue siendo un ladrón. ¿Cree que mandando a una niñata podrá darle la vuelta a la situación? ¡Que siga soñando!"
Jordan le ofreció un vaso de agua a Fausto: "Señor, enfadarse no es nada bueno para la salud. Beba un poco de agua."
Fausto cogió el vaso de agua que Jordan le ofrecía, y su enojo se disipó un poco: "¡Debemos sacar a Gabriela del consorcio inmediatamente!"
Paloma frunció el ceño: "Con Carlos Sanz a su lado, podría ser difícil."
"¡Idiota!" Fausto miró a Paloma con cierto desprecio, las mujeres siempre serán mujeres, mucho cabello y poca vista. "¿Acaso Carlos va a estar siempre a su lado?"
...
Por otro lado.


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