“Gabriela, tú sabes que siempre hemos sido una familia unida. Ahora que tienes éxito, es justo que compartas con nosotros. Después de todo, ¿qué sería de ti sin tu familia?”
Gabriela apretó los dientes, sintiendo una mezcla de ira y decepción. "No tengo nada que compartir. Y si lo tuviera, no estaría obligada a dárselo a nadie."
La abuela se puso de pie, secándose las lágrimas falsas, miró fijamente a Gabriela y le dijo. “¡Ah, pero cómo cambian las personas cuando tienen un poco de dinero! ¿Recuerdas quién te cuidó cuando tus padres no podían hacerlo? ¡Tú me debes tu vida, niña ingrata!”
Gabriela la miró con firmeza y dijo. "Sí, te debo mucho, abuela, pero no aceptaré chantajes emocionales."
Diego, que había estado observando desde un rincón, se acercó a Gabriela con una mirada severa y le dijo. “Gabriela, ya es suficiente. ¿Cómo puedes hablarle así a tu abuela? Deberías estar agradecida y mostrar algo de respeto."
Sofía, que había estado en silencio hasta ahora, finalmente estalló. "¡Basta ya! Toda la vida me han tratado como la oveja negra de la familia. Nunca se preocuparon por mí, solo por lo que podían sacar de mí. ¡No más!"
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