Sebastián miró a la chica frente a él y, por un instante, se quedó un poco pasmado.
—¿Te gusta? —preguntó Gabriela con una sonrisa pícara.
—Sí, te ves muy bien —asintió Sebastián, aunque de inmediato añadió—: Pero, jefa…
—¿Qué pasa? —Gabriela lo miró extrañada.
Sebastián la observó con seriedad y le dijo:
—Mejor ve y cámbiate de ropa.
—¿Por qué? ¿No me veo bien? —frunció un poco el ceño Gabriela.
Sebastián sonrió y explicó:
—Es que si sales así, seguro que a más de uno se le va a salir el corazón… ¡Y no quiero que los novios ajenos se pongan celosos!
Gabriela soltó una carcajada.
—Está bien, está bien, ya me cambio.
A los pocos minutos, Gabriela salió de nuevo. Ahora llevaba puesta una blusa blanca sencilla y unos pantalones negros. Aunque era ropa común y corriente, en ella parecía el outfit de una modelo internacional; tenía un porte que nadie podía ignorar.
—Vámonos —le dijo a Sebastián.
—Sí —respondió él, asintiendo con la cabeza.
Caminaron juntos hacia la salida. Justo en ese momento, una voz los alcanzó desde atrás.
—¡Vacuus! —gritó Arsenio.
Sebastián volteó apenas.
Al verlo, Arsenio no pudo creerlo y exclamó:
—¡Vacuus, de verdad eres tú!
Y sin esperar respuesta, continuó:
—¿Cuándo regresaste?
—Hace poco —contestó Sebastián.
—¿Y a dónde van? —preguntó Arsenio, curioso.
—A comer.
—¡Pues yo me les uno! Justo todavía no he comido —dijo Arsenio, como si fuera lo más normal del mundo.
—No —respondió Sebastián, tajante.
Arsenio puso cara de indignación:
—¿Por qué no? ¡Hombre, eso no se hace!
Sebastián lo miró de reojo:
—¿Vas a ser el mal tercio o qué?
Arsenio fingió estar ofendido:
—¡Ya veo! Consigues novia y te olvidas de tus amigos…
Sin darle más importancia, Sebastián pasó un brazo por los hombros de Gabriela y dijo:
—Vámonos.
Gabriela asintió y siguió el paso de Sebastián.
Arsenio los vio alejarse y levantó las manos al cielo, suspirando dramáticamente.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Heredera del Poder