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La Heredera del Poder romance Capítulo 2936

Sue asintió con la cabeza.

—Perfecto.

Sue era escritora, así que tenía un horario bastante libre. Mientras Adam organizara todo, ella no tenía ningún problema.

Adam continuó:

—Entonces, nos regresamos pasado mañana.

—Perfecto.

Sofía sonrió y dijo:

—Bueno, entonces yo me voy preparando para que se lleven algunas cositas típicas de aquí.

El sistema estelar S estaba tan lejos de la Tierra que Sue casi nunca podía volver, así que cada visita era especial. Por eso, Sofía siempre quería prepararle muchos regalos para que llevara de regreso. Quizá no eran cosas muy valiosas, pero, como dice el dicho, el cariño es lo que cuenta.

Sue miró a Sofía y le dijo:

—Sofi, no se preocupe, de verdad. Cada vez que venimos usted nos llena de cosas.

—¡Pero ni que fuera tanto! —rió Sofía. —Somos familia, y es normal querer mandarle algo al abuelo.

Sue tomó del brazo a Sofía, sintiéndose afortunada de tener una suegra tan buena.

Salieron todos juntos del hospital. Justo en ese momento, el chofer acercó la camioneta.

De repente, Gabriela recibió un mensaje y dijo:

—Papá, mamá, Sue, Adam, váyanse ustedes. Yo tengo que hacer una cosa.

—¿Seguro no quieres que te esperemos? —preguntó Sofía.

Gabriela sonrió:

—Tal vez me tarde un rato, mejor váyanse.

Rodrigo dudó:

—¿Quieres que te acompañe?

—No te preocupes, papá. Yo puedo sola —dijo Gabriela. —Al rato le aviso a Sebastián para que pase por mí.

A Rodrigo todavía le preocupaba un poco, pero al escuchar que Sebastián iría por ella, se tranquilizó y sonrió:

—Está bien, pero regresa temprano.

—Sí, papá —asintió Gabriela.

Cuando vio que la camioneta se perdía en la oscuridad, Gabriela se dio la vuelta y volvió a entrar al hospital. Apenas cruzó la puerta, vio que el doctor Ríos venía corriendo hacia ella, sudando y agitado.

—¿Qué pasó, doctor? —preguntó Gabriela.

El doctor contestó:

—¡Bianca se desmayó de repente!

—¿Desmayada? —Gabriela frunció el ceño. No esperaba que Bianca se descompensara así.

—Sí —afirmó el doctor.

—Vamos a verla —dijo Gabriela.

—¡Gracias, doctora! —exclamó Bianca. En comparación con otros doctores que no la dejaban comer nada, Gabriela era un ángel.

Gabriela agregó:

—Si llegas a sentirte mal o te pasa algo raro, avísale primero al doctor Ríos. Y recuerda que mañana te toca examen; después de las nueve de la mañana, nada de comer, ¿de acuerdo?

—Está bien —asintió Bianca.

Gabriela miró al doctor Ríos y le dijo:

—Vamos.

El doctor la siguió, todavía con cara de incredulidad.

Ya afuera del cuarto, seguía murmurando:

—Si hace un rato estaba desmayada…

Gabriela no le respondió directamente, sino que preguntó:

—¿Bianca tiene algún familiar acompañándola?

—No —contestó el doctor. —Desde el día que la internaron, su familia no se ha aparecido.

—¿Y cómo le hace para pagar todo esto? —insistió Gabriela.

El doctor explicó:

—Pues la verdad, es que la chica se lo ha ganado todo sola. Aunque parece joven, es una dibujante de cómics bastante reconocida. Cada mes le pagan un dineral y con eso cubre todos sus gastos médicos.

—Con razón… —dijo Gabriela, asintiendo suavemente.

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