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La Heredera del Poder romance Capítulo 2967

¿Así que Bianca aceptó la cirugía?

La enfermera Ivana miró la lista de operaciones con cierta duda y preguntó:

—¿Es... es la Bianca de la cama dieciséis?

El hospital era enorme, así que no era raro que hubiera pacientes con el mismo nombre. Tal vez se trataba de otra Bianca.

Ríos le respondió con impaciencia:

—¿No sabes leer la lista de cirugías?

Ivana volvió a bajar la cabeza para revisar el documento y finalmente contestó:

—Está bien, doctor Ríos.

Por fuera, Ivana parecía tranquila, pero por dentro estaba muy sorprendida.

Ríos realmente se había convertido en el médico principal de Bianca.

¿Quién había firmado la autorización para la cirugía de Bianca?

Después de todo, esa mañana la familia aún se negaba a firmar.

¿Habían sido los padres de Bianca?

Pensando en eso, Ivana frunció el ceño y tomó la lista para dirigirse rápidamente a la oficina de Gabriela.

—¡Señorita Yllescas! ¡Señorita Yllescas!

Gabriela levantó la mirada con suavidad.

—¿Qué pasa, Ivana?

La enfermera le entregó la lista.

—Señorita Yllescas, mire esto.

Gabriela recibió el papel, frunció el entrecejo y exclamó:

—¡Esto es una locura!

Por un momento, Gabriela se llevó una mano a la sien, como si quisiera calmarse, y luego ordenó:

—Ve a llamar al doctor Ríos.

—De acuerdo —asintió Ivana antes de ir a buscarlo.

Pero Ríos no quiso ir.

—Si la señorita Yllescas quiere verme por lo de la cirugía de Bianca, que ni lo sueñe. La operación de mañana va sí o sí. Si no está de acuerdo, que le pregunte a Bianca en quién confía.

Ahora, Bianca confiaba en él.

Y añadió con seguridad:

—Ya lo verá, después de mañana la señorita Yllescas va a agradecerme.

Él había salvado a Gabriela.

Si no hubiera detectado a tiempo el problema de Bianca, seguramente la chica habría muerto en el quirófano de Gabriela.

Ivana lo miró, aún intentando convencerlo:

—Doctor Ríos, debería venir de todos modos.

Una mujer de mediana edad estaba sentada junto a la cama, dándole de comer a Bianca con una cucharita. En el rostro de la joven había una sonrisa de felicidad.

—¡Señorita Yllescas! —la saludó Bianca en cuanto la vio.

Gabriela se acercó.

—¿Así que aceptaste la cirugía con el doctor Ríos?

Bianca, que hasta hace poco se sentía sin esperanza, se había animado de nuevo al recibir, después de tanto tiempo, el cariño de sus padres. Ahora pensaba que tal vez valía la pena intentarlo.

¿Y si lograba sobrevivir?

—Sí —respondió, asintiendo.

Gabriela le dijo con calma:

—Bianca, no puedes entrar al quirófano mañana.

—¿Por qué? —preguntó Bianca, inquieta.

—Porque el doctor Ríos ni siquiera ha diagnosticado correctamente el problema —explicó Gabriela. —Mira, te pongo un ejemplo: imagina un arbolito que lleva días bajo la lluvia y está a punto de ahogarse. Lo que hay que hacer es quitarle el exceso de agua, no seguir regándolo. Si le echas más agua, solo lo vas a matar.

Al oír esto, Marina, la madre de Bianca, lo notó raro y se levantó exaltada:

—¡Usted debe ser la señorita Yllescas! ¡Le pido que se vaya ahora mismo! ¡No necesitamos que venga a meterse en nuestros asuntos!

—¡Mamá! —intervino Bianca, intentando calmarla.

Pero Marina insistió:

—¡El doctor Ríos ya nos advirtió! No podemos creerle ni una sola palabra a esta mujer, o vas a terminar muerta por su culpa.

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