—¿Entonces, solo porque se ve igual por fuera, aunque por dentro sea otra cosa, ¿con eso basta para reemplazarla? —dijo Vanesa, incrédula.
¿Hasta dónde llegaba la locura de Yannick? Todos estos años, se había mantenido tranquila, sin dar señales. Y ahora, aparecía con esto...
Además, Esteban conocía a Isa tan bien, que hasta el mínimo detalle no se le escapaba. ¿De verdad creía Yannick que, solo con tener la misma cara, podría suplantarla? ¡De plano subestimaba demasiado a su hermano!
—Ahora ella está en Grecia —explicó Yeray—. No solo se está operando para parecerse a Isabel. Hasta los gestos, la forma de hablar y de vestirse los está copiando igualitos. ¿Ya entiendes lo que quiere hacer, verdad?
—¡Claro que entiendo! —Vanesa no necesitaba que le explicaran más. Yeray lo había dejado tan claro, que si ella no captaba, sería por necia.
A Yeray le dolió un poco que Vanesa captara tan rápido este asunto, y de paso le creyera sin dudar. ¿Entonces por qué cuando él le hablaba de aquella noche, no le creía ni tantito?
Vanesa, molesta, soltó:
—¡No puede ser! ¿Estos tipos no han aprendido la lección o qué?
¿Ya se les olvidó cómo Esteban puso en su lugar a la familia Méndez? ¿Todavía se atreven a buscar problemas?
—Y además, Yannick es hija de Solène —agregó Yeray, bajando la voz.
—¿¡Quéeee!? —Vanesa casi se atragantó con el aire.
¿Ahora qué demonios tenía que ver Solène en todo esto?
—¿Cómo que también tiene que ver con ella?
Vanesa nunca tuvo buena impresión de la madrastra de Yeray. Antes del escándalo de Flora, Solène era la reina del club de esposas, siempre queriendo ser el centro de atención. Luego del asunto de Flora, bajó mucho su perfil… pero lo que nunca dejó de hacer fue intentar controlar lo poco que quedaba de la fortuna de la familia Méndez. Esos ojos suyos, ¡pura avaricia! Y de la peor.
—El asunto está complicado, Vane. Tenemos que regresar a París ya —dijo Yeray.
—De verdad, tu familia Méndez está para el psiquiatra —Vanesa miró a Yeray con una mezcla de resignación y lástima.
Yeray le revolvió el cabello con cariño.
—Esta vez, ¿le quitamos lo que queda a la familia Méndez?
—¿Y qué les queda ya? —reviró Vanesa—. Si después de lo de Isa, mi hermano les sacó hasta el último peso. Esos ya son historia...
—Hasta el camello más flaco sigue siendo más grande que un caballo —se encogió de hombros Yeray—. Algo ha de quedar por ahí, aunque sea poco, todo suma.

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