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La Heredera: Gambito de Diamantes romance Capítulo 1298

Yeray tenía en brazos a un bebé. Mientras lo observaba, tan pequeñito, no podía evitar pensar.

—¿Cuando nazca mi hijo con Vanesa también será así de pequeño?

Le parecía increíble. Apenas y el bebé sobrepasaba el tamaño de su propia mano, tan diminuto que casi parecía irreal.

—No, Yeray —intervino la señora Blanchet—. El tuyo seguro nacerá más grande, mínimo unos tres kilos.

No era lo mismo un solo bebé que varios al mismo tiempo.

Cuando solo se tiene uno, suelen nacer mucho más grandes y robustos.

—¿Y este, cuánto pesa?

—No tengo idea. Estela no lo mencionó —respondió la señora Blanchet, observando al bebé con cierta preocupación—, pero a simple vista, sí que se ve muy pequeño.

...

Yeray, sin saber muy bien qué hacer, trató de calmar al bebé que no dejaba de llorar.

—Ya, ya, tranquilo, si sigues llorando tu tía no va a poder con esto —le dijo en tono suave, intentando razonar con el pequeño.

La señora Blanchet y Vanesa intercambiaron una mirada; no sabían si reírse o suspirar.

Ver a Yeray tan serio, intentando negociar con un bebé que ni siquiera entendía el mundo, era tan absurdo como tierno.

Pero el llanto continuaba.

Yeray soltó un suspiro, cansado:

—Te digo que no llores, ¿es que no me entiendes?

Vanesa, que ya había perdido la paciencia, reviró:

—Por favor, Yeray, es un bebé recién nacido, ¿de verdad crees que entiende lo que dices?

No podía creer que él lo preguntara en serio. Era sentido común, ¿cómo iba a entenderle algo tan pequeño?

—¿No entiende? —insistió Yeray, confundido.

—¿Tú qué crees? —Vanesa le aventó una mirada de esas que decían todo—. En serio, últimamente los celos te están dejando sin neuronas.

—Entonces, ¿qué hago?

—Pues arrúllalo, abrázalo, cántale. ¿Qué más puedes hacer con un bebé así? No le vas a regañar ni mucho menos pegarle. Si Isa se entera, te jala las orejas —sentenció Vanesa.

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