La manera en que la familia Blanchet había estado buscando a Isabel durante todos estos años dejaba claro lo mucho que la valoraban. Este pensamiento hacía que el pecho de Carmen ardiera de rabia.
"Si hubiera sabido que esto pasaría, jamás la habría traído de vuelta", pensó mientras apretaba los puños. "De nada sirvió que se criara con los Blanchet. No solo no obtuvimos ningún beneficio, sino que ahora tenemos todos estos problemas encima".
Los recientes problemas en la empresa, todos causados por Isabel, le revolvían el estómago. Valerio abrió la boca para decir algo, pero el sonido estridente de su celular lo interrumpió.
—¿Diga? —contestó con brusquedad.
La voz de su asistente sonaba sombría al otro lado de la línea.
Valerio apretó la mandíbula.
—Habla.
—La señorita probablemente no podrá salir del país.
Las pupilas de Valerio se contrajeron mientras su mirada volaba instintivamente hacia Carmen.
—¿Qué quieres decir con eso? —su voz salió como un gruñido contenido.
—Ningún país está aceptando su entrada. Su pasaporte ha sido bloqueado, ni siquiera puede comprar boletos.
El pecho de Valerio subía y bajaba con violencia. No era ningún idiota. Después de todo lo que había pasado, era obvio que Isabel estaba detrás de esto también.
"¿Tanto poder tiene?", pensó. "¿De verdad quiere acorralar a Iris hasta matarla?"
—Entonces nos iremos a otra ciudad —las palabras salieron entre sus dientes apretados.
Si no podían salir del país, al menos podrían alejarse de Puerto San Rafael. En otro lugar sería más fácil encontrar una solución.
—Las otras ciudades tampoco son opción. La señorita está restringida a Puerto San Rafael, ya lo intenté todo.
—¿Qué?
—Ya sea por tierra, mar o aire... no hay forma de que salga de la ciudad.
El corazón de Valerio se hundió aún más. Sin hospitales que la aceptaran, sin médicos que quisieran atenderla, y ahora sin posibilidad de escape. Isabel realmente iba por la vida de Iris.
Su rostro perdió todo color mientras colgaba el teléfono.
Carmen, que había escuchado toda la conversación, se llevó una mano temblorosa al pecho.
—¿Entonces Iris no puede salir ni del país ni de la ciudad?
Valerio cerró los ojos, conteniendo una ira que amenazaba con desbordarse. Solo pudo asentir.
—¡Esto es demasiado! —explotó Carmen—. ¡Realmente quiere matar a mi niña!
Con dedos temblorosos, sacó su celular.
—Voy a llamar a tu padre.


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