Esteban clavó su mirada en Ander, sus palabras cortando el aire como cuchillos.
—Si ni siquiera puede controlar lo que pasa en su propia casa, tendré que reconsiderar nuestra colaboración.
La mandíbula de Ander se tensó. "¿Y desde cuándo los asuntos personales afectan los negocios?", pensó, desconcertado. Sin embargo, antes de que pudiera articular una respuesta, Esteban ya descendía por las escaleras con pasos que resonaban como martillazos contra el mármol.
La ambulancia llegó en cuestión de minutos. Mientras los paramédicos se llevaban a Valerio, Camila intentó seguirlos, pero Ander la detuvo con un agarre firme en su brazo.
—¿A dónde crees que vas?
El rostro de Camila se contorsionó de indignación.
—¿Cómo que a dónde? Isabel, esa... —se mordió el labio, conteniendo un insulto— le pegó a Valerio. Tengo que ir con él.
Ander observó a su hermana con una mezcla de frustración y vergüenza. La situación lo enfermaba: su hermana menor enredada con los Galindo, esa familia que se creía la gran cosa sin serlo. Y ahora esto: Valerio, el hermano de Iris, humillado por Isabel. No necesitaba ser un genio para saber que su hermana mayor había actuado en defensa propia, harta de las provocaciones.
La voz de Ander tronó por el pasillo.
—¿Ir? ¡Te regresas a tu cuarto! ¡Ya hiciste suficiente show por hoy!
—¿Cuál show? ¡Ya suéltame! —Camila forcejeaba, intentando liberarse.
—Luis.
El guardaespaldas, Luis Rodríguez dio un paso al frente.
—¿Señor?
—Escolta a mi hermana a su habitación.
Los ojos de Camila se abrieron con incredulidad.
—¿Qué estás haciendo?
La mirada de Ander era puro fuego.
—¡Después arreglamos cuentas tú y yo!
Sin esperar respuesta, salió disparado tras Esteban. Después de tanto tiempo sin visitar Puerto San Rafael, finalmente había conseguido una reunión con él, y ahora todo se iba al diablo por culpa de Camila.
Los gritos de su hermana resonaban por el pasillo.
—¡Suéltenme! ¡Necesito ir al hospital!
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