La Heredera: Gambito de Diamantes romance Capítulo 649

Maite observó cómo Isabel permanecía en silencio.

—¿Lo vas a querer o no?

—¿Qué cosa?

—La lana, te doy parte de la lana de la familia Galindo.

Isabel se quedó pensativa unos momentos. Esa oferta le sonó rara.

Tomó un respiro profundo antes de responder:

—¿En serio crees que ahora necesito dinero?

—No lo necesitas, pero la lana de la familia Galindo es diferente. Es como si estuvieras recuperando algo de lo que te deben.

Recordó cómo, cuando trabajaba en La Nuit, Valerio defendía a Iris, su hermana. Todo el mundo lo había oído.

En esos momentos, Maite se preguntaba qué clase de persona era realmente.

—¿Cómo fue que te fijaste en Valerio? —preguntó Isabel.

—¿Que me fijé en él?

La cara de Maite se transformó en una mueca de disgusto como si hubiera tragado algo desagradable.

Isabel solo pudo mirarla, pensando: “Con un hijo, ¿cómo que no te fijaste?”

Maite notó la confusión de Isabel y continuó:

—¿De verdad creíste en esos rumores?

Rumores que decían que Maite había utilizado a su hijo para intentar ascender socialmente, aunque sin éxito.

Carmen Ruiz había ido a buscarla varias veces, siempre furiosa.

—¿Quién se fijaría en él? Si de algo me fijé, fue en su dinero —explicó Maite.

—¿El dinero?

—Sí, soy pobre. El niño fue un accidente, pero ya que llegó, era mi responsabilidad.

—...

—Claro, pero esa responsabilidad también le toca a Valerio. No lo iba a criar gratis.

Isabel se quedó sorprendida. Esa mujer tenía las ideas muy claras.

Nunca se había interesado en Valerio como persona, sino en su dinero. Cualquiera podría decir lo contrario.

Maite se rio suavemente al notar el silencio de Isabel.

—¿Qué pasa? ¿Te caigo mal por ser así? Entiendo, una princesa como tú, acostumbrada a vivir en un mundo de lujos, no puede comprender lo que es ser como una hormiga.

—No te menosprecio —respondió Isabel.

Cada persona tiene su destino, y ella misma sabía que, de no haber encontrado a la familia Allende, su vida habría sido muy diferente.

Maite continuó:

—Es normal si me menosprecias. Trabajé desde los catorce años, he hecho de todo: mesera, repartidora, vendedora. ¿Qué no he hecho?

—Luego, al enterarme que vendiendo tragos ganaba más, me fui a eso. La moral no pesa más que el dinero.

Por alguna razón, Maite se sintió cómoda compartiendo todo esto con Isabel.

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