Paulina no era ninguna despistada.
Desde que supo que Vanesa ni siquiera tenía idea de que ella andaba con Carlos, no había dejado de darle vueltas al asunto.
¿Por qué Vanesa estaba tan apurada pidiendo ayuda en Lago Negro justo ahora? Sin duda, debía estar relacionado con Carlos...
Cuando recién conoció a Carlos, pensaba que él solo era uno de los empleados de Esteban, el señor Allende.
Pero después de convivir con él, le quedó claro que Carlos no era un simple subordinado; el tipo tenía su propio peso y su influencia no era poca cosa.
Eso sí, nunca entendió por qué Carlos era tan leal a Esteban.
Aun así, podía ver perfectamente que si algún día Carlos y Esteban se ponían en bandos opuestos, toda la familia Allende iba a meterse en un lío tremendo.
Mientras Carlos siguiera del lado de Esteban, era su mano derecha; leal y confiable.
Pero si en algún momento terminaban enfrentados, Carlos se convertiría en el dolor de cabeza más grande de Esteban.
Con todo lo que estaba en juego, era obvio que Vanesa no solo estaba apurada, sino al borde del colapso.
Carlos la miró y preguntó:
—¿Todavía tienes cabeza para preocuparte por otros?
—Pero amigui no es “otros” —murmuró Paulina, medio molesta.
Seguía pensando en llamarle a Vanesa.
Durante el tiempo que convivió con ella, Paulina sintió que su amigui era una buena persona.
Carlos se sentó a su lado, la jaló del brazo y, sin aviso, la acomodó en sus piernas. Paulina se sobresaltó:
—¡Ay...!
—Casi tiras el jugo —reclamó ella, medio riendo, medio molesta.
¡Qué hombre tan intenso!
No avisaba, simplemente la abrazaba cuando quería.
Apenas terminó de hablar, él se inclinó y la besó, sin darle tiempo a nada. Paulina solo alcanzó a decir:
—Mmm...
No podía creerlo. Este tipo...
Intentó zafarse, pero tenía el vaso de jugo en la mano. Si se movía mucho, seguro lo tiraba.
Y con lo cerca que estaban, si se le caía, les iba a empapar a los dos.
Al final, entre su incomodidad y su miedo a hacer un desastre, terminó dejándose llevar por Carlos.
Pasaron varios segundos.
Cuando Paulina ya sentía que le faltaba el aire, por fin él la soltó, relajado:

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