Patrick habló con una seguridad que no dejaba espacio a dudas.
Durante todos estos años, demasiada gente había dicho que las gemelas eran feas, que no se parecían nada a él.
Nunca antes se le había pasado por la cabeza hacerles una prueba de paternidad… o al menos casi nunca.
Pero esta vez era distinto.
Ahora, esas voces estaban demasiado cerca, ya no eran solo rumores en la sombra, sino palabras directas, lanzadas sin piedad.
Escuchar una y otra vez que las niñas eran feas, que no tenían el más mínimo parecido con él, que incluso insinuaban que si Delphine le había sido infiel, el otro debía ser igual de feo…
Cada palabra se sentía como un clavo ardiendo que le atravesaba el pecho.
De repente, Patrick sintió una necesidad casi desesperada de hacerse la prueba de paternidad.
Quería gritarle al mundo que esas niñas eran suyas.
En ese momento, Patrick estaba convencido de que solo una prueba de paternidad podría acallar las dudas de todos, incluso las suyas. Solo así podría tranquilizarse.
Al ver lo decidido que estaba, Delphine inhaló hondo, buscando fuerzas para hablar:
—¿Sabes lo que va a pasar si haces esa prueba de paternidad? ¿Te imaginas el precio?
—¿Has pensado cómo va a ver la gente a Ranleé y Yenón después de esto? Se van a convertir en las niñas que su propio padre puso en duda. Esa marca las va a seguir toda la vida.
—¿De verdad quieres que pasen el resto de sus días sin poder mirar a nadie a la cara?
La voz de Delphine temblaba. Por dentro, el miedo la estaba devorando.
Intentó convencerlo una y otra vez, poniéndose siempre del lado de las niñas, defendiéndolas con uñas y dientes.
Pero Patrick…
Él la miró con una expresión dura, casi cortante:
—Si la prueba sale y demuestran que son mis hijas, ¿por qué no podrían andar con la frente en alto?
Delphine guardó silencio, sin saber cómo responder.
—Durante años la gente ha dicho que no son mis hijas, ¿acaso eso les ayuda a sentirse orgullosas? —continuó Patrick.
Aunque estaba al borde de perder el control, no se dejaba manipular tan fácil.
Su pregunta, directa y punzante, dejó a Delphine completamente desarmada.
Sí, ¿cuántas veces habían dudado de que Ranleé y Yenón fueran hijas de Patrick?
Pero…
—Pero todos estos años te hiciste de la vista gorda —le reprochó ella, con voz ahogada—. Y ahora, de la nada, quieres la prueba de paternidad. ¿Qué esperas que sientan ellas?
—¿No puedes ver que no son ellas las que tienen miedo de la prueba? ¿O eres tú la que no puede soportarlo?

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