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La Madre No Reclamada romance Capítulo 5

Zacarías nunca la quiso. Desde hacía tiempo solo pensaba en divorciarse.

Por eso, después de que Elvira dio a luz a Feli, él se llevó a la niña con la excusa de expandir sus negocios.

Y no solo eso, también se llevó a la mujer que amaba al extranjero. ¿Había hecho todo eso para que Jazmín y Feli convivieran, para que ella se convirtiera en la nueva mamá de la niña?

Elvira, mientras más lo pensaba, más se llenaba de rabia, apretando los dientes con impotencia.

—Zacarías, ¿lo hiciste a propósito, verdad?

—Hace cuatro años, te llevaste a Feli a propósito para que se alejara de mí, la pusiste con Jazmín para que la educara. ¿Tu idea era separarnos y que Jazmín ocupara mi lugar como mamá, o qué?

Zacarías la miró con una mezcla de burla y desprecio, sus ojos soltando chispas de arrogancia.

Soltó una risa desdeñosa.

—Elvira, ¿quién te crees? ¿De veras piensas que gastaría mi tiempo planeando algo así contigo?

Lo que en realidad quería decir era: no vales ni eso.

Elvira sintió un ardor en el pecho, como si la sangre le hirviera.

—Entonces, ¿por qué me tratas así? Hace cuatro años me prometiste que traerías a Feli a verme, pero nunca regresaste ni una sola vez.

—Se acabó el tiempo.

Zacarías ni siquiera se molestó en contestar su pregunta, solo miró su reloj y dio por terminada la conversación.

Elvira no quiso dejarlo ir. Lo sujetó de la manga, aferrándose con desesperación.

—Dímelo claro, ¿por qué no cumples tus promesas?

—No arrugues mi ropa. Tengo una entrevista hoy —le lanzó una mirada oscura, su expresión era tan impasible como una pared.

Elvira, con la voz ronca y sin soltarlo, insistió:

—Dímelo. Te lo ruego.

Había esperado en el país cuatro años. Solo pedía una respuesta.

Si…

Si él no la amaba…

Elvira ni siquiera alcanzó a terminar el pensamiento, cuando la voz de Zacarías, dura como una navaja, le cortó cualquier esperanza:

—¿Y tú quién eres para que te tenga que dar alguna explicación? Elvira, ¿tú qué crees que eres?

...

Elvira salió de sus recuerdos con la mirada perdida y la voz apagada:

—No importa lo que pase, ahora sigo siendo tu esposa. Tienes la obligación de explicarme qué tienes con Jazmín.

Si…

Si de verdad están enamorados…

Ella estaba dispuesta a soltarlo.

Ya no le quedaban fuerzas.

Cuatro años, más de mil días de espera le hicieron darse cuenta de que ese matrimonio no era, como Abelardo decía, la meta de su felicidad.

Al contrario, era una prisión. Una cadena que mantenía su alma cautiva…

Tal vez porque notó que tenía los ojos enrojecidos, Zacarías bajó un poco la guardia, su tono fue menos duro esta vez.

—Hoy tengo mucho trabajo. Hablamos en la noche.

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