Olivia salió a la calle sin rumbo.
El aire de la noche, normalmente cálido en San José del Mar, se sentía helado contra su piel.-
Caminó por varias cuadras, sin ser consciente de a dónde iba.
Las luces de la ciudad se difuminaban a través de las lágrimas que empezaban a brotar de sus ojos.
La gente pasaba a su lado, parejas riendo, familias paseando. Un mundo normal que de repente le parecía ajeno, distante.
Se dejó caer en una banca de un parque pequeño y solitario.
Y ahí, se rompió.
El llanto salió de lo más profundo de su ser. Un llanto silencioso al principio, que se convirtió en sollozos que le sacudían todo el cuerpo.
No era solo por la infidelidad.
Era por la mentira.
Tres años.
Trescientos sesenta y cinco días por tres.
Cada beso, cada abrazo, cada "te quiero" dicho a medias. Todo era falso.
Una obra de teatro montada para el mundo, y ella era la actriz principal que no conocía el guion.
Su mano temblorosa buscó su teléfono en el bolso.
Solo había una persona a la que podía llamar.
Marcó el número de Lydia Hernández, su mejor amiga desde que eran niñas.
Lydia contestó al segundo tono.
—Oli, ¿qué pasó? ¿Le gustó el reloj a tu…?
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