Cielo:
Mis pies duelen como el mismo demonio, odio usar tacones, mas este maldito modelo que además de altos son en punta, muy ejecutivos, pero por Dios, mis dedos son gordos, al igual que mis pies, parecen bollitos de pan, no me quejo, me siento a gusto con mi cuerpo, con lo que no me siento a gusto son con estos malditos zapatos, no solo aprietan mis dedos, el mantener el equilibrio sobre un delgado tacón… Dios, solo espero no romperme el cuello si llego a caer.
— Señorita. — Dios, respira Cielo, respira.
— Buen día, tengo una entrevista de trabajo. — el guapo guardia recorre mi cuerpo y mi sonrisa se desvanece al ver el gesto de desdén que hace.
— ¿Nombre? — su pregunta me hace dudar, ¿me veo mal, como para que no crea que estoy aquí por empleo? — Señorita.
— Cielo, Cielo Pérez. — me siento tentada a preguntar porque desconfía de mi palabra, estoy bien vestida, ¿verdad? malditamente hasta faja me he puesto.
— Sí, tiene una cita para la vacante en marketing. — su labio se eleva una milésima, pero lo vi, se está riendo de mí, que te den cabron.
— Así es. — respondo lo más calmada que puedo, se está mofando, lo se.
— Primer ascensor piso cuatro. — su macabra sonrisa me pone nerviosa.
— Gracias.
Camino lo más rápido que estas cosas me lo permiten, o sea, lento, me duele mi dedo chiquito, al menos aprovecho mi lento caminar para ver a mi alrededor, creo estar bien vestida, pantalón de vestir, camisa blanca, chaqueta a juego con mi pantalón, pero entonces cuando entro al ascensor lo noto, eso me pasa por no tener un espejo de cuerpo entero, Dios mío, me parezco a la ballena Willy, una gran orca a entrado al ascensor, el pantalón aun con la faja, me queda demasiado apretado, y el hecho de colocarme cinturón para marcar mi inexistente cintura, y meter la camisa dentro, solo me hace parecer un globo atado a la mitad a punto de estallar, no debería seguir consejos de imagen para chicas curvi, de una mujer que debe pesar un cuarto de lo que yo peso ¿Cómo no note que esta camisa ya me queda chica.
La puerta se abre y ante mí, un grupo de mujeres y hombres que más parecen salidos de un comercial que de una academia me ven primero con curiosidad y luego con burla.
— Buen día. — saludo, recibiendo solo algunos asentamientos de cabeza, maleducados.
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