Gabriel regreso a su departamento, estaba aturdido, no comprendía que había sucedido, bueno, en realidad no lo podía creer, una mujer lo había atacado, eso no lo sorprendió, lo que lo aturdía era la férrea erección que le dificultaba el caminar y esa sensación de perdida que se instalaba en su pecho, un vacío grande y casi doloroso, ¿se había vuelto loco? O ¿quizás solo su mente se dio por vencida en aparentar estar cuerdo?
— ¿No se supone que debías estar en el trabajo? Tu asistente llamo preguntando por ti, otra vez olvidaste tu teléfono móvil. — la voz de su hijo lo hizo tensar, como si el padre fuese Ian y no él, ¿lo estaba regañando?
— ¿Y tú? ¿No se supone que debes estar en el colegio? — rebatió mientras colocaba el portafolio frente a él, en lugar de dejarlo sobre la pequeña mesa de entrada, no, por nada del mundo se permitía quedar al descubierto frente al niño.
— Por si no lo recuerdas me suspendieron por tres días. – Gabriel suspiro con pesades, a veces se compadecía tanto de sí mismo, que olvidaba que no era el único que sufría, pues no se comprendía él mismo, menos podía entender a su hijo.
— Hazme el favor y avisa que no iré a trabajar. — pidió guiñándole un ojo, se podria decir que el empresario no era un padre modelo, mucho menos ejemplar. — Y déjame que me despabile un poco y me repites que fue lo que sucedió en el colegio, aunque estoy casi seguro de que no me has contado que fue lo que pasó. — pudiese ser que su vida fuera un desastre, pero siempre trataba de ser lo que su hijo necesitara, aun con sus grandes falencias.
— Como quieras. — rebatió el pelinegro y Gabriel despeino su cabello al pasar por su lado, se podria decir que Ian era lo único de lo que no se arrepentía en su vida, lo único seguro y verdadero, algo de lo que nunca dudaría si hizo lo correcto o no.
Se suponía que se daría un baño para quitar el resto de alcohol que aun pudiera tener en su sistema, pero en lugar de eso, perdió más de diez minutos en ver su pecho frente al espejo, si bien la mayoría de su cuerpo estaba cubierto de tinta, allí justo cerca de su tetilla derecha, había dos pequeños puntos que dejaban en claro que alguien lo había atacado.
Cielo, el nombre se repetía en su cabeza, el dolor en su pecho se acentuaba, y su mente grababa a fuego esos ojos marrones, sus labios suaves, cálidos, rellenos, bien formados, carnosos, aun las manos le picaban con la necesidad de apretar algo blando, suave y cálido como las pantorrillas de Cielo, incluso el latigazo que le dio con su cabello largo y ondulado al girar dentro del vehículo le parecía exquisito y una vez más se preguntó que estaba mal con él, porque no podía ser como el resto de su familia, al menos como sus hermanos, aunque luego recordaba que eran medios hermanos, solo compartían a su madre, aunque Hades Ángel los hubiese criado a todos, podria culpar a su familia por el desequilibrio mental que cada vez más creía que tenía, pero no era el caso, si, tenía una familia complicada, cargada de relaciones poliamorosas, homosexuales, aunque también estaban las clásicas parejas, en fin, tenía para escoger y ese era el problema, nunca había podido escoger algo, porque nunca supo lo que quiso y eso lo llenaba de miedo ¿y si ahora también se equivocaba? ¿Cómo saber lo que es el amor? ¿Cómo estar seguro?
Aun secándose el cabello salió de su recamara, y encontró a Ian, viendo tele.
— Bien, dame una razón por la que no deba quitarte el privilegió de ver televisión. — nunca fue bueno para castigar a su hijo, pero Macarena, madre de Gabriel y abuela de Ian, le había dicho que debía ser un poco más estricto con el pequeño de 10 años, o terminaría metido en problemas más temprano que tarde. — Porque solo me informaste que te suspendieron por tres días por golpear a un compañero, algo que tienes prohibido hacer. — claro que era así, los Ángel venían de una casta de asesinos, aunque Gabriel no había querido enseñarle a su hijo nada de eso, provocando el asombro de su familia, pues hubo un tiempo donde Gabriel Ángel fue conocido como Azazel, el Ángel más despiadado que pudo nacer en la familia, si necesitabas asesinar a alguien y que sufriera en demasía, debías llamarlo a él, pero luego de que Ian llegara, Gabriel cambio, aunque la verdad era que estaba perdido, sin rumbo.
— Tampoco es como que le hice mucho, solo le di un puñetazo. — Gabriel elevo las cejas y su hijo al fin apago el televisor, un puñetazo de Ian podía hacer mucho, aunque no le enseñara a disparar, el pequeño sabia artes marciales y defensa personal, por supuesto. — Puede que con ese puñetazo le rompiera la nariz. — continuo mientras Gabriel tomaba asiento a su lado. — Y le tirara uno o dos dientes. — finalizo viéndolo con cara… de Ángel, no había otra palabra para describir a Ian.
— Ahora con mayor razón, convénceme de no castigarte. — realmente queria una buena excusa, porque odiaba castigar a su hijo, y necesitaba algún atenuante para no hacerlo.
— Él se lo busco, me estaba molestando, le dije que se callara y no lo hizo. — Gabriel suspiro con cansancio.
— Ya te he dicho que no puedes permitir que los demás te lastimen con palabras, solo ignora lo que te dice y…
— Dice que soy huérfano, que no tengo madre y que tu seguro y estabas preso o algo y por eso eres así. — acoto apuntando el rostro tatuado de Gabriel, las mejillas del pelinegro estaban rosadas, lo que indicaba que estaba a punto de llorar, pero trataría de evitarlo a como diera lugar y Gabriel se cuestionó una vez más su vida al completo.
— Pensaba tener esta charla más adelante, cuando fueras un poco más grande, pero creo que hay cosas que debes saber, para que no te metas en problemas por estupideces que puedas escuchar. — tal vez la corriente que Cielo le hizo pasar por el cuerpo le había sacudido un poco más que la carne, tal vez el cerebro.
— ¿Es verdad? ¿mi madre está muerta? — los ojos negros de Ian se clavaron en Gabriel, y el hombre pensó estar viendo a su difunta abuela, Melody, la mejor asesina que pudo pisar el mundo alguna vez.
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