—¿Qu…qué? —Natalia se quedó pasmada, mirando a Kiara con incredulidad.
Kiara le sostuvo la mirada, seria y firme.-
—Natalia, en estos días empaca tus cosas, puede que pronto tengamos que mudarnos.
...
—Señorita, divorciarse no es cualquier cosa, no es algo para tomarse a la ligera. Debería platicarlo con el abuelo, a lo mejor él puede hablar con el señor Dionisio y pedirle que mantenga distancia con la señorita Brenda —le aconsejó Natalia, genuinamente preocupada.
Kiara reflexionó unos segundos, el rostro tan sereno como siempre.
—El abuelo va a respetar mi decisión —dijo, sin titubeos.
Después de todo, sus padres habían fallecido cuando ella era muy pequeña.
Por eso, desde niña tuvo que madurar antes de tiempo. Siempre ha sido determinada y reservada, con las ideas muy claras.
Después de una noche entera dándole vueltas al asunto, ya no tenía dudas: debía dejar esa relación.
No podía aceptar medias tintas en el amor; para ella, la fidelidad era sagrada.
Si él no podía amarla solo a ella, entonces lo mejor era devolverle la libertad y permitir que buscara su felicidad con quien de verdad amaba.
...
—¿Pero qué va a pasar con el pequeño señor? —se angustió Natalia.
Kiara soltó el aire con un suspiro largo.
—Respecto a Vicente, haré todo lo posible por conseguir su custodia...
No terminó de decirlo.
Vicente, como un torito furioso, bajó corriendo las escaleras del segundo piso.
—¡Eres una mala mujer! ¿Fuiste tú la que corrió a la señorita Brenda? —gritó, con el ceño arrugado y los ojos en llamas.
Antes de que Kiara pudiera reaccionar, Vicente se lanzó hacia ella, estrellando su cabeza contra el vientre de su madre.
Kiara inhaló profundo, tratando de serenarse. Se agachó para ponerse a su altura, buscando hablarle con ternura.
—Vicente, no puedes pegarle a tu mamá, tampoco puedes hablar así...
Pero Vicente aprovechó el momento y le escupió directo en la cara.
—¡Mala! ¡Tienes olor a muerto, no hueles tan rico como la señorita Brenda! ¡No quiero que seas mi mamá, quiero a la señorita Brenda!
Kiara se quedó helada unos segundos, incapaz de creer las palabras de su hijo.
Ella se dedicaba a restaurar piezas antiguas.
Además de encargarse del enorme negocio familiar de antigüedades, era la restauradora más joven contratada por la Oficina de Patrimonio de Ciudad Brumosa.
Muchos restauradores solo dominaban una o dos categorías, pero para ella, por venir de una familia de coleccionistas, el mundo de los objetos antiguos era su pasión desde niña. Jamás dejó de estudiar y perfeccionarse.
Por eso, fuera jade, pinturas, cerámica o cualquier tipo de antigüedad, ella lo manejaba con maestría.
...

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Sangre No Miente, Pero Él Sí