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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 209

Petra llevó a Leandro a sentarse en una mesa algo alejada, justo para no tener a la vista ni a Joaquín ni al señor Arteaga. Solo de pensar en esos dos le revolvía el estómago y no quería arruinar su comida.

Pero apenas alcanzó a acomodarse, Joaquín ya venía hacia ellos, con su charola en las manos. Sin pedir permiso, se sentó a su lado como si nada.

Leandro se levantó de golpe, dispuesto a detenerlo.

Joaquín frunció el ceño y habló con voz firme.

—Tengo que platicar contigo sobre un asunto de trabajo.

Petra ni siquiera le dirigió una mirada. Simplemente tomó su charola y se acomodó aún más cerca de Leandro, dándole la espalda a Joaquín.

—Anda, dime qué es lo que quieres.

El gesto de Petra fue como una bofetada para Joaquín; su expresión se tornó sombría de inmediato. No podía creer que Petra prefiriera sentarse junto a Leandro, que era un poco pasado de peso, antes que estar junto a él.

La rabia le ardía en el rostro, y no se molestó en disimularla. Se quedó mirando a Petra, con el ceño bien marcado.

Petra, por su parte, ni se inmutó. Cruzó los brazos y se recargó en la silla, observándolo con una expresión impasible, como si Joaquín no fuera más que una sombra.

—Señor Joaquín, si no va a decir nada, yo ya le voy entrando a la comida.

Joaquín tragó saliva, esforzándose por no perder el control.

—Petra, podemos platicar mientras comemos.

Intentó mostrarse atento, sirviéndole a Petra los platillos que sabía que le gustaban, poniendo parte de su comida en el plato de ella con un aire de delicadeza fingida.

Petra ni se dignó a mirar el plato. No movió ni el tenedor.

—Contigo aquí, se me quitan las ganas de comer.

La mano de Joaquín se crispó sobre el tenedor. Levantó la mirada y la vio directo a los ojos; en los suyos brillaba una mezcla de dolor y molestia.

—Petra, no me busques. Ya de por sí tengo un dolor de cabeza terrible, y la herida sigue doliendo.

—Joaquín.

Él se irguió, creyendo que por fin ella le hablaría con un poco de calidez.

—Aquí estoy.

Petra dejó escapar una risa sarcástica.

—¿No te divertiste bastante cuando me engañaste? ¿Para qué sigues aquí, molestando? Lo único que logras es darme asco.

La cara de Joaquín perdió el color. Apretó fuerte el tenedor, como si así pudiera contener la frustración, y la miró buscando alguna señal, una grieta, algo que indicara que solo estaba diciendo esas cosas por despecho.

Pero Petra no titubeó ni un segundo.

Joaquín frunció el entrecejo. La tensión entre ellos no pasó desapercibida: algunos de los presentes volteaban disimuladamente, curiosos por el ambiente tenso que se respiraba en esa mesa.

Joaquín inhaló hondo, notando cómo le temblaban los dedos. Soltó el tenedor con rapidez, tratando de fingir calma y esconder el miedo que le revolvía el estómago.

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