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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 373

—La verdad, no eres tan lista como tu hermana. No me sorprende que la familia Espino no te tome en cuenta. Deberías aprenderle unas cuantas cosas a ella —dijo Benjamín con una indiferencia helada en la mirada, sus palabras golpeando directo al corazón de Catalina.

Catalina ya tenía una relación difícil con Rosalía, y ahora, ser menospreciada por el hombre que le gustaba, justo en su cara, terminó por derrumbar la poca compostura que le quedaba.

—Benjamín, puede que no sea tan inteligente, pero al menos sé qué tipo de persona te conviene. Petra ni siquiera está a tu altura, ella...

El hombre, sentado tras el escritorio, se volvió aún más distante. Antes de que Catalina terminara la frase, él la cortó con una mirada tan dura que la hizo callar al instante.

Sintió un presentimiento oscuro: si seguía hablando, Benjamín iba a mandar a seguridad para sacarla a empujones de la oficina.

Catalina apretó los labios, sintiendo cómo la atravesaba la mirada filosa de Benjamín. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, como si la hubieran expuesto por completo.

—Benjamín... —intentó, con la voz temblorosa.

—Sal de aquí —ordenó él, seco y tajante.

Catalina aspiró hondo, el rostro transformado por la impotencia. ¡Todo esto era culpa de Petra y, aun así, ahora ella quedaba como la mala!

No podía evitar preguntarse si Petra le había hecho algún tipo de brujería a Benjamín. ¡¿Desde cuándo la defendía con tanto ahínco?! ¡¿Desde cuándo le importaba tanto?!

Benjamín, al notar que Catalina ni se movía ni daba señales de querer irse, tomó el teléfono de su escritorio y marcó la extensión interna.

—Manda a dos personas para acá...

La expresión de Catalina cambió de inmediato. ¡Hablaba en serio! ¡Iba a hacer que la sacaran a la fuerza!

Ella había luchado muchísimo para conseguir ese puesto decente que tenía ahora. Si la echaban de la sucursal del Grupo Hurtado, y su papá se enteraba, seguro la mandaba de regreso a casa.

—Ya me voy, yo sola —soltó Catalina, interrumpiendo a Benjamín antes de que él colgara el teléfono. Salió apresurada.

Cuando llegó a la puerta, la voz profunda de Benjamín la detuvo.

—Catalina.

Ella se giró, y por un instante, la esperanza iluminó sus ojos.

—¿Qué pasa, Benjamín?

Quizá se había dado cuenta de que tenía razón. Tal vez quería seguir averiguando cosas sobre Petra a través de ella.

Pero la mirada con la que Benjamín la observó estaba cargada de una frialdad cortante, casi como una advertencia.

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