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La Traición en Vísperas de la Boda romance Capítulo 44

—Joaquín, la señora ya llegó a mi casa.

El rostro de Joaquín se ensombreció de inmediato.

—¿Quién?

Renata bajó la voz.

—Tu mamá.

La expresión de Joaquín se endureció por completo; sentía un nudo de molestia en el pecho que no encontraba manera de desatar.

Cuando Petra terminó de limpiar la cocina y salió, Joaquín ya se había ido. Ella se cambió rápido a un traje formal y salió rumbo a la oficina central de Symbio Holdings.

Su objetivo era claro: replicar Nexus Dynamics en San Miguel Antiguo y arrebatarle todos los recursos a Joaquín.

Solo quedaban nueve días; no podía perder ni un minuto.

...

Joaquín, aún con el enojo a flor de piel, llegó a la casa de Renata. Al entrar, se topó con la escena de su madre y Renata en la cocina, platicando y riéndose mientras preparaban la comida del día. Parecían conocerse de toda la vida, tan cercanas que resultaba difícil creer que apenas tenían trato.

En el rostro de su madre se dibujaba una sonrisa poco habitual, una expresión de ternura y tranquilidad que jamás mostraba cuando estaba con Petra.

Al ver eso, la rabia de Joaquín empezó a desvanecerse.

—Mamá, ¿qué haces aquí?

—¿Qué? Si ya no puedo ir a lo de Petra, ¿ahora tampoco puedo venir a lo de Renata? —Penélope, la madre de Joaquín, se giró hacia él y, al notar su aspecto pálido y agotado, soltó lo que tenía en las manos y se acercó de inmediato—. ¿Por qué te ves así de mal?

Renata también se acercó rápido, le tocó la frente con preocupación.

—Ayer cuando saliste de aquí estabas bien, ¿cómo que ya te dio fiebre?

Penélope soltó un bufido.

Joaquín respiró hondo, se dejó caer en el sillón y, sin querer, echó un vistazo a Renata. Notó que tenía los ojos enrojecidos, a punto de soltar el llanto, y se le arrugó la frente.

Se cubrió los ojos con una mano, intentando calmar el torbellino de incomodidad que sentía por dentro.

En las últimas semanas, Joaquín sentía que Petra lo tenía al borde del colapso. No importaba lo que intentara, no lograba ni hacer las paces ni entender si Petra solo lo estaba provocando o si de verdad sabía algo que él ignoraba.

No quería seguir en ese punto muerto con Petra; en el fondo, deseaba que las cosas volvieran a ser como antes.

Renata, al notar el fastidio y la distancia de Joaquín, se mordió el labio con más fuerza y, en voz baja, se atrevió a hablar.

—Joaquín, ¿te enojaste porque invité a la señora a pasar el rato conmigo? Perdón, no debí decidir eso sin avisarte. Si de veras estás tan molesto, pégame si quieres, pero no me dejes de hablar, por favor.

Renata se agachó frente a Joaquín, tomó su mano y la acercó a su propio rostro.

Joaquín abrió los ojos y, al ver la expresión de miedo y preocupación en ella, soltó una pequeña sonrisa resignada. Le apretó la mejilla con cariño.

—Ojalá ella fuera tan fácil de tratar como tú.

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