Benjamín bajó la mirada y le lanzó una mirada de reojo a Petra. Tomó su mano con naturalidad y la llevó consigo escaleras abajo.
El chofer ya los esperaba en la puerta de la casa. Al verlos salir, se apresuró a abrir la puerta del carro.
Benjamín, con esa elegancia tranquila que lo caracterizaba, se paró junto al carro, levantó la mano para proteger la cabeza de Petra y la ayudó a subir.
Ese cuidado tan atento hizo que el corazón de Petra latiera con fuerza. Incluso después de sentarse en el asiento, esa sensación seguía agitándole el pecho.
Benjamín subió después y se sentó pegado a ella, tan cerca que apenas había espacio entre los dos.
Petra se movió un poco hacia un costado, pero él la siguió, arrimándose de nuevo y rodeándole la cintura con el brazo, impidiendo que se alejara más.
El chofer echó un vistazo por el retrovisor y preguntó en voz baja:
—Señor Benjamín, ¿vamos directo al ayuntamiento?
Benjamín asintió con un —Ajá.
El chofer encendió el carro y se dirigió hacia el ayuntamiento.
En ese momento, el celular de Benjamín comenzó a sonar. Era Jaime Ponce. Benjamín miró la pantalla, contestó y, con una sonrisa cargada de picardía, soltó:
—Si alguien te escucha, pensaría que eres una de esas chicas que dejé plantadas. Me has llamado toda la noche, ¿no te cansas o qué?
La voz de Jaime sonó al otro lado, igual de bromista:
—¡No te pases! Anoche me timaste con el dinero del regalo y ni siquiera me dijiste quién era la novia. Así, ¿cómo se supone que duerma tranquilo? Benjamín, me tienes en vela.
Y es que la noche anterior, Benjamín había puesto el celular en modo silencioso, y la curiosidad de Jaime lo había dejado completamente desvelado.
Benjamín soltó una risita burlona.
—¿Quién es la novia? Ya lo sabrás cuando te invite a la fiesta, ¿no crees?
Jaime insistió:
—Entonces, ¿cuándo es la boda? ¿Cuándo es la fiesta?
Petra, sentada tan cerca de Benjamín, alcanzó a oír cada palabra de la conversación. Al escuchar la pregunta de Jaime, no pudo evitar apretar las manos sobre su regazo, entrelazando los dedos. El nerviosismo le subió como una ola.
—No me queda de otra, la competencia está dura.
El aire se llenó de un sutil orgullo.
Al escuchar eso, Petra por fin levantó la mirada para observarlo directamente.
Benjamín, con la mano en su cintura, aprovechó para acariciarle la mejilla con suavidad.
Por el teléfono, Jaime soltó una carcajada:
—¿A poco sí? ¿Tú, el inalcanzable Benjamín, por fin te atraparon?
Benjamín suspiró, resignado, aunque su voz cargaba un dejo de orgullo:
—Ya ponte las pilas tú también, ¿no? Yo ya voy a tener familia, así que no puedes seguir marcándome toda la noche como antes.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Traición en Vísperas de la Boda
Me gustaría saber cuántos capítulos faltan y cuando los publicará...