La mejilla de Bruno se estaba hinchando y la sangre emanaba de una de las comisuras de sus labios. Por desgracia, no podía más que rabiar con impotencia.
Al ver que esto sucedió, Nataniel le ordenó a Penélope.
—Quédate aquí, no tardo.
Aunque en realidad, en el momento en el que el BMW se detuvo en la cercanía, los rufianes los notaron. Después de todo, cualquier persona normal no podría costearse un auto tan lujoso.
Sabían que el presidente del Grupo Cruz había llegado.
En ese momento, Nataniel salió de su auto.
Carlos intercambió miradas con sus hombres antes de girarse para ver a Nataniel, la hostilidad se reflejaba en sus rostros.
Bruno se apresuró para saludarlo, había respeto en el tono de su voz.
—¡Señor Cruz, está aquí! Estos hombres no están siendo razonables.
Mientras veía al hombre herido, Nataniel dijo.
—Lo sé. Deberías limpiarte la sangre en tus labios, antes que nada.
Bruno hizo una mueca y se limpió con su manga.
Nataniel se giró para mirar a los feroces rufianes y con una dura voz les preguntó.
—¿Quién los envió a causar problemas?
La réplica de los hombres fue solo una burla.
Carlos se abalanzó hacia él antes de dejar escapar una malvada risa.
—¿Tratas de ser el héroe ante tu bonita jefa? ¡Veamos de lo que eres capaz!
Diciendo eso, levantó su mano para estamparla contra el rostro de Nataniel.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de un grande