Aunque no era la primera vez que Penélope y Bruno veían a Nataniel en acción, seguían sorprendidos por su habilidad.
Penélope preguntó con preocupación al acercarse a su esposo.
—Nataniel, ¿estás bien?
Él sonrió al replicar.
—Advenedizos como ellos no pueden lastimarme.
Bruno habló.
—Jefe, señor Cruz, ¿qué hacemos ahora?
La respuesta de Nataniel fue rápida.
—Llama a la policía de nuevo y diles que vengan a lidiar con estos pendencieros. Y contacta a los conductores del sitio de construcción y diles que se lleven estos camiones. Todo procederá como lo hacía antes.
—¡Sí señor!
Después de eso, Penélope y Nataniel se dirigieron a su auto para regresar al parque en Mount Blanc para recoger al resto de la familia.
Cuando llegaron a casa, Bartolomé y Leila se ofrecieron a cocinar un delicioso festín para todos.
En ese momento, el timbre de la puerta sonó.
Penélope abrió la puerta, solo para ver a varios hombres de mirada sería en uniformes de policía en la puerta.
Un hombre de edad media con una mirada severa en su rostro preguntó.
—¿Es usted la señorita Penélope Sosa?
Impactada, Penélope respondió de manera automática.
—Sí, ¿qué sucede?
—Soy el vicecapitán de la policía, Gustavo Alonso. ¿Se encuentra su esposo? Es sospechoso de herir a otros de forma intencional y necesitamos llevarlo con nosotros para interrogarlo.
Justo en ese momento, Nataniel apareció a su lado. Entrecerró sus ojos al ver a los hombres en la puerta y preguntó.
—Yo soy Nataniel Cruz. ¿Están seguros de que están aquí para arrestarme?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de un grande