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La verdad de nuestra historia romance Capítulo 211

Roxana frunció el ceño y estaba a punto de rechazar a Hugo Rodríguez, cuando Magalí escapó de la multitud que había en la pista de baile y se sentó junto a su amiga y empezó a observar a aquel hombre.

Hugo tenía un aspecto elegante y sus rasgos faciales, los cuales parecían esculpidos, se veían hermosos bajo la tenue luz del bar. Aunque carecía de un cuerpo en forma, no era demasiado delgado. Además, a juzgar por su atuendo, Magalí pudo deducir que su traje costaba unos cien mil. «Mmm. Supongo que puedo darle un ocho de diez». Después de puntuarlo para sí misma, aceptó antes de que Roxana pudiera rechazarlo.

—¡Claro! ¿Tiene amigos? Pídales que vengan.

La mesa de Hugo estaba justo al lado de la suya. De hecho, se había fijado en ellas antes, cuando ambas bailaban, por lo tanto, sabía que habían ido juntas. Al oír la aprobación de Magalí, Hugo no dudó y les pidió a sus amigos que se unieran a la mesa. Eran todos bien parecidos y vestían ropas costosas; cuando se acercaron a la mesa, trajeron su vino, aunque eran lo suficientemente educados como para mantener una distancia razonable de las jóvenes.

Mientras los observaba, Magalí levantó las cejas y dijo:

—Son muy atractivos. ¿Están todos solteros?

—¿Cómo nos atreveríamos a sentarnos aquí si no estamos solteros? —respondió uno.

Entonces, Magalí dirigió una mirada significativa a Hugo.

—¿Y él? ¿También está soltero?

Hugo se limitó a sonreír a sus amigos, dando a entender que no le importaba que le contaran la verdad.

—Hugo lleva años soltero. Ya no tenemos ni idea de qué tipo de mujeres le interesan. Sin embargo, hoy... —Mientras respondían, lo miraban de forma burlesca.

Al oír eso, Hugo sonrió.

—Cállense. Vamos a tomar algo —interrumpió.

Al unísono, sus amigos cambiaron de tema con rapidez. Después de mantener una pequeña charla con ellos, a Magalí congenió todos.

Al lado, Magalí se dio cuenta de que los dos bebían solos, lo que la conmovió un poco. Para romper el hielo, propuso jugar a un juego de cartas en el que la persona que obtuviera la carta del rey de corazones podía ordenarle a cualquiera que hiciera lo que él o ella quisiera. Antes de que Roxana pudiera negarse, su amiga le puso una carta en la mano y ella tomó la del rey de corazones.

—Siete de espadas y cinco de diamantes.

Cada uno miró sus cartas. Al mirar el cinco de diamantes que tenía en la mano, Roxana tuvo un presentimiento, pero Magalí la miró con indiferencia.

—Ya que nos conocemos poco, no voy a pedir mucho. ¿Qué tal si los dos beben una copa de vino cruzadas? No es mucho pedir, ¿verdad?

En verdad no era demasiado y, como Roxana se negaba a ser una aguafiestas total, accedió a la petición de su amiga con una sonrisa. Hugo levantó su carta y vio que tenía el siete de espadas. Entonces, miró impotente a Magalí, la casamentera, antes de volverse hacia Roxana y decirle:

—Solo brindemos en lugar de cruzar las copas.

Al ver el siete de espadas en la mano de Hugo, Roxana sintió cómo se le venía el mundo abajo. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que la intención de Magalí era emparejarlos y se arrepintió de haber accedido tan pronto a su petición. Sin embargo, suspiró aliviada tras escuchar lo que dijo Hugo y levantó su copa para chocarla con la de él.

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