Varias personas se quedaron atónitas al oír la voz y Roxana al instante se puso tensa. Conocía demasiado bien a Luciano y con solo escucharlo, podía imaginarse su expresión apática en ese momento. Además, ella no sabía cómo enfrentarlo después de los últimos acontecimientos; sin embargo, él ya se había puesto delante de ellos y Hugo se percató de la entusiasta mirada de Luciano sobre Roxana.
—¿Señor Fariña? —preguntó luego de cambiar la expresión.
No sabía que Luciano tuviera otra mujer además de Abril, pero comenzó a sospechar cuando vio su actitud con Roxana.
—Señor Rodríguez, debería tener cuidado al coquetear con las mujeres; no debería acercarse a las que tienen hijos —dijo Luciano con una expresión distante al recordar como chocaron copas hacía un momento.
Mientras hablaba, Luciano miró a Roxana y Hugo se sorprendió al escuchar ese comentario sarcástico. «¿Roxana tiene hijos? No me lo esperaba en absoluto». Ella no esperaba que Luciano sacara el tema de repente delante de un desconocido y encima lo utilizara para provocarla, así que se puso seria.
—Sí, tengo dos hijos —afirmó con una expresión seria que bordeaba el odio—. Sin embargo, eso no afecta a mi vida ni a la clase de gente con la que me relaciono. Señor Fariña, no tiene que preocuparse por mí.
El ambiente del lugar pareció volverse tenso.
—¿Segura que quiere hablar de este asunto aquí? —preguntó Luciano con los labios fruncidos mirando a Hugo y sus amigos.
Estaban muy cerca de la pista de baile y con su extraordinario aspecto, empezaron a atraer la atención de la multitud. Al notar las miradas curiosas, Roxana apretó los puños para reprimir su enojo, se apoyó en Magalí, se giró y salió a zancadas del bar. Hugo, inconscientemente, quiso seguirla, pero se detuvo al ver que Luciano la seguía de cerca.
—Sube.
Roxana frunció el ceño ante su orden, sin embargo, Magalí, que estaba a su lado, se estremeció de frío y al despertarse, vio un auto delante de ella y lo confundió con un taxi. Sin pensarlo, abrió la puerta y se acomodó dentro. El comportamiento de Magalí hizo que Roxana se pusiera rígida de asombro y se inclinó para pedirle que se bajara, pero notó que su mejor amiga ya se había quedado dormida, así que luego de pensarlo un momento, subió al auto.
—Gracias, señor Fariña. Supongo que ahora le debo un favor —dijo sin ganas.
Luciano frunció el ceño sin contestarle y le dio instrucciones con voz grave al conductor para que los llevara a la residencia de Roxana. Pronto, el hombre puso en marcha el auto y comenzó a conducir hacia el destino. Durante todo el trayecto, no se escuchó nada en el auto, aparte de los sonidos ocasionales de los murmullos de Magalí, así que el ambiente estaba tenso.

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