Todos en la Familia López estaban desconcertados. Si Zamira hubiese estado sola, ella hubiese estado de acuerdo. Sin embargo, con Leandro a su lado, no estaban seguros de si ella accedería.
—¿Qué hacemos ahora? Ella puede haber vuelto a desaparecer con Leandro. Si no logramos dar con ellos para esta tarde, el Señor Jiménez asumirá que hemos renunciado al proyecto por voluntad propia —dijo Samuel preocupado.
—¡Argh! ¡Ella me está amenazando! ¡Incluso ha llegado a ponerme condiciones! —replicó Gerardo e hizo una llamada telefónica—. Leandro, ¿qué significa esto? ¿Ya no quieren este proyecto?
—¡Así es, esto no tiene nada que ver conmigo de todas formas! ¿Acaso ustedes no estaban intentando deshacerse de Zamira? Nosotros podríamos olvidarnos de este proyecto con mucha facilidad —respondió Leandro.
—Leandro, yo no estoy intentando decir nada más. —El tono de Gerardo era más relajado—. Ven con Zamira a firmar el contrato. En el futuro, ella será la encargada de este proyecto de desarrollo. Esto también es lo que quiere el Señor Jiménez.
—Bueno, no estoy convencido de que sea así. Me preocupa que en cualquier momento puedan hacerla a un lado.
—Leandro, dime cuáles son sus condiciones. ¿Qué tengo que hacer para que Zamira firme el contrato?
Gerardo estaba furioso, pero no pudo evitar acceder a esto.
—¿Condiciones? Número uno, este proyecto será solo de Prados Imperiales; ninguna de las otras empresas del Grupo López participará de manera directa. Número dos, Prados Imperiales se separará del Grupo López y pasará a ser una empresa independiente. Zamira accedió a cederles algunas partes del proyecto de desarrollo. Es decir, todos deberíamos cooperar para obtener ganancias, ¿no creen? ¡Iré con Zamira a firmar el contrato cuanto antes, pero solo si ustedes están de acuerdo con las condiciones que acabo de mencionar!
Gerardo casi explota de furia cuando Leandro terminó de hablar: «Él está haciendo que Zamira corte todos los lazos que tiene con la Familia López. En otras palabras, nosotros no tendremos nada que ver con este proyecto y solo tendremos una parte de las ganancias si así lo decidiera Zamira. Pero este es un momento crucial, debemos firmar el contrato primero. Este proyecto tiene que ser mío». Gerardo respiró hondo para intentar relajarse.
—¡Está bien, estoy de acuerdo!
—Una promesa verbal no será suficiente. Debemos seguir el protocolo y hacerlo constar de manera formal de inmediato —dijo Leandro.
—Tú… —«¡Cuánto quisiera poder desollarlo vivo! No me da tiempo de pensar»—. Está bien. ¡Voy a enviar a alguien para que se encargue de eso!
…
Apenas tres horas después, ya Gerardo había terminado todo el proceso. La empresa Prados Imperiales ya se había separado por completo del Grupo López y ahora le pertenecía a Zamira.
—¡Bien, ahora iremos a firmar el contrato!
Leandro fue con Zamira al lugar de la licitación y ella firmó el contrato con Orlando sin ningún percance. «Entonces, ¿estoy a cargo de un gran proyecto de mil millones? He ido de la bancarrota a manejar un proyecto de tal magnitud…». Zamira no se atrevió a pensarlo mucho.
Una vez que se firmó el contrato, Gerardo y los demás se vieron abrumados por unos sentimientos encontrados.
—¿No les parece que Leandro está actuando de manera muy despiadada? No nos está dejando ninguna salida —dijo Enrique.
—¡Qué frescura la suya! ¿Acaso Zamira puede encargarse sola de este proyecto? ¿Hubiese podido firmar el contrato de no ser por la Familia López?
—Es cierto, ella está adueñándose de todo. ¡Me rehúso a aceptarlo!
Sergio, Melany y los demás estaban furiosos.
—No se preocupen, chicos —dijo Fabián mientras reía entre dientes—. ¡Todavía podemos obtener este proyecto! A pesar de que Prados Imperiales se haya convertido en una empresa independiente, papá aún es dueño del treinta por ciento de sus acciones. Además, no todo el mundo tiene la capacidad de realizar un proyecto de mil millones. Cada pequeña cantidad de recursos humanos y financieros es indispensable. Es imposible que una empresa tan pequeña como Prados Imperiales lidie con este proyecto por sí sola.
—Así es, Prados Imperiales está casi en la bancarrota en estos momentos y todavía le deben dinero al abuelo —dijo Sergio—. ¿De dónde van a sacar los fondos para trabajar en este proyecto?
—Bueno, Leandro no es alguien a quien debamos tener en cuenta; él no es más que un montón de basura y Zamira no tiene conexiones importantes en Colina del Norte. Llegado el momento, van a tener que rogarnos para que invirtamos en su empresa.
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