—¡¡AAAAHHH!! ¡ALÉJATE DE MÍ!
El grito desgarrador de la mujer resonó en la húmeda y oscura habitación de piedra, un lugar sombrío donde las paredes estaban cubiertas de musgo y polvo.
Las ventanas, en un triste estado de abandono, permitían que una luz intensa y anaranjada se filtrara… una luz proveniente del… ¡FUEGO!
Esa noche, el caos reinaba en el exterior del viejo edificio, un lugar solitario en medio del denso bosque.
Las llamas lo consumían con voracidad, mientras el aire estaba impregnado de un olor a ceniza y destrucción.
Frente a ella, una bestia imponente se erguía, un enorme lobo cuyo pelaje dorado estaba manchado de un rojo intenso, que por supuesto…
¡ERA SANGRE!
Misma sangre que goteaba de su hocico y caía de sus colmillos afilados. Era evidente que este monstruo había estado involucrado en algo horrendo, en una cacería que había dejado huellas de muerte a su paso.
La hembra, atrapada en un estado de pánico, se lanzó de la camilla de piedra donde había estado recluida. La cama, marcada con extraños símbolos.
—¡AY! —exclamó ella, arrugando su rostro en una mueca de dolor.
Desnuda y vulnerable, su cuerpo estaba cubierto con marcas de agujas y hematomas.
Cada paso que daba hacia atrás, alejándose de la feroz bestia, le recordaba el dolor punzante que la invadía.
—¡¡NO TE ME ACERQUES!! —gritó de nuevo, su voz temblorosa, casi apagada por el terror.
Su larga cabellera rubia, desaliñada y sucia, era una clara señal de que había sido un miserable objeto de experimentos en ese edificio por mucho tiempo.
Su corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de su pecho.
El imponente lobo, con su cuerpo musculoso bloqueando la única salida de la habitación, parecía disfrutar de su presa acorralada.
La mujer, sintiendo que no había más opciones, tomó una decisión desesperada y….
¡SE LANZÓ POR UNA VENTANA!
¡CRAAANK!
El vidrio estalló en mil pedazos, cortando su piel en múltiples lugares, dejando marcas de dolor que se sumaban a las que ya tenía.
Pof~
Aterrizó en la tierra fría, pero la inclinación de la colina la hizo rodar sin control.
—¡¡¡AAAAAHHHH!!! —el terror aún presente en sus gritos que se perdieron en el aire helado de la noche.
Finalmente, se detuvo, y con esfuerzo, intentó levantarse.
El dolor era insoportable, una agonía que le recordaba que varios de sus huesos estaban seguramente rotos.
A pesar de todo, la lucha por sobrevivir ardía en su interior, empujándola a seguir adelante en una noche que parecía no tener fin.
En ese momento, sus ojos verdes esmeraldas se abrieron de par en par al ver a la despiadada bestia saltar por la misma ventana rompiendo todo el marco de piedra a su paso.
¡PUM!
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