••• Punto de vista de Amelia •••
“Alia, has estado trabajando muy duro los últimos días. ¿Por qué no te relajas un poco? Conozco un lugar en el que tocan jazz en vivo. Sería increíble que fuéramos”, me dijo Lolin, mientras yo apilaba los papeles de mi escritorio.
Esta no era la primera vez que Lola me invitaba a salir, pero como siempre estaba ocupada administrando la manada, terminaba rechazándola. Sin embargo, al ver que tenía todo en orden, decidí acompañarla.
Mi amiga tenía razón. Necesitaba tiempo para divertirme y relajarme. Si seguía con el mismo ritmo, me convertiría en una adicta al trabajo y perdería a mis pocos amigos, lo que a la larga no sería bueno.
Además, tras mis encuentros con Ernesto y Celia, no me caería nada mal un rato de diversión.
"¿Cómo se llama el lugar y dónde está?", le pregunté a mi amiga.
"Es La Bendición de la Medianoche y está en la Manada Espíritu Alegre", contestó ella, con los ojos brillantes, al darse cuenta de que la acompañaría.
La Manada Espíritu Alegre era famosa por sus clubes, bares y salones y había escuchado que entre todas las opciones que había para divertirse en aquella manada, La Bendición de la Medianoche era la mejor.
"Bueno. Deja que me cambie de ropa y nos vamos", le dije a mi amiga, con una sonrisa. Lolin me siguió a mi cuarto y me ayudó a escoger mi atuendo.
Al final me puse un elegante vestido de seda, ideal para un cóctel, de color champán y que me llegaba arriba de las rodillas. Para usarlo tenía que amarrar, en patrón cruzado, unos delgados hilos por mi espalda.
Pensé que tal vez era demasiado para el lugar, hasta que noté que mi amiga llevaba un vestido semiformal. Parecía que desde que me había ido a buscar estaba lista para divertirse toda la noche conmigo. No pude evitar reírme al darme cuenta de lo bien preparada que estaba Lolin.
"¡Muy bien, vámonos!", me dijo ella, jalándome de la mano y llevándome hasta su carro, apenas terminé de maquillarme. Como Lola no había llevado a su chófer, se subió al asiento del piloto.
“Ha pasado tanto tiempo desde que salimos de fiesta. ¡Los tres años que te fuiste se pasaron volando!", comentó mientras manejaba.
Mi mente me regresó tres años atrás, cuando todavía no conocía a Ernesto y me pasaba la mayor parte del tiempo con mis amigos. Me animé al pensar que estaba a punto de recuperar mi vieja vida.
Lola siguió hablando animadamente durante el viaje, hasta que de repente, unos hombres lobos bloquearon el camino. En cuestión de segundos, otros más salieron de las sombras y rodearon el carro.
«¿Serán rebeldes?», me pregunté, con todos mis sentidos alerta.
Los hombres lobo golpearon el cofre y algunos intentaron romper las ventanas. Sabía que no nos dejarían ir, así que tendríamos que salir y enfrentarnos a ellos.
“Lolin, quédate cerca de mí y no bajes la guardia”, le pedí a mi amiga, antes de abrir mi puerta.
“No te preocupes, Alia. Ya contacté mentalmente a los miembros de mi manada y los refuerzos están en camino", respondió con calma.
La Manada Novilunio estaba cerca de nuestra ubicación actual, así que no me preocupaba que los desconocidos nos superaran en número. Además, Lolin y yo éramos fuertes y siempre estaba la posibilidad de que no necesitáramos refuerzos.
Con tranquilidad, nos bajamos del carro. No teníamos miedo: estábamos listas para pelear contra ellos en caso de ser necesario.
De repente, un olor familiar inundó mis pulmones. No, no eran rebeldes, eran miembros de la Manada Garra Roja, aunque nunca antes los había visto.
La situación no me pareció extraña, especialmente porque cuando fui su Luna, me pasaba todo el tiempo en casa de Ernesto, cumpliendo los caprichos de Maia y Celia.
Justo en ese momento, Celia salió de entre la muchedumbre de hombres lobo.
Me reí. Parecía que esa p*rra no había aprendido la lección. No sabía si de verdad creía que yo era una debilucha o si no se cansaba de que la lastimara y humillara.
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