Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo romance Capítulo 37

Resumo de Capítulo 37: Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo

Resumo do capítulo Capítulo 37 de Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo

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••• Punto de vista de Amelia •••

Nico frunció el ceño y parecía a punto de decir algo, pero lo detuve con un gesto. No esperaba que esas mujeres me dieran las gracias, después de todo sabía que me odiaban, pero me sorprendió que aún después de que les salvé la vida me quisieran muerta.

«P*rras malagradecidas...»

Como ya no tenía ganas de escuchar las groserías de Celia, jalé a Nico, para que saliera de la habitación conmigo. En el proceso crucé miradas con el alfa Mateo, cuyo rostro se ensombreció apenas me vio.

No le presté atención, pues en ese momento era la menor de mis preocupaciones. Me tenía sin cuidado si se enojaba por irme sin avisarle, lo que probablemente consideraba como una grosería. Tampoco me interesaba si no regañaba a Celia, pues parte del carácter de la joven se debía a lo complaciente que su padre era con ella. Sin embargo, lo que sí había sido una novedad fue que regañara a Ernesto.

De cualquier forma, de lo único que tenía ganas era de irme lo más rápido posible, pues sentía la mirada de mi ex esposo clavada sobre mí. Era como si no pudiera quitarme los ojos de encima y su actitud me ponía de mal humor.

El médico nos siguió a Nico y a mí hasta los límites de la Manada Garra Roja.

“Nicolás, muchas gracias por tu ayuda. ¡Si no fuera por ti, esas mujeres no habrían sobrevivido y yo estaría muerto!", le agradeció el médico a mi amigo.

“A quien deberías darle las gracias es a la alfa Amelia. Sin su guía, no habría podido llevar el procedimiento a buen puerto", contestó Nico, con una sonrisa.

“Gracias, alfa Amelia. Nunca olvidaré su ayuda y como le mencioné antes, no dude en contactarme en caso de que necesite algo. Le garantizo que la asistiré en la medida de mis posibilidades", dijo el doctor, tras voltear a verme e inclinarse en señal de agradecimiento y respeto.

"De acuerdo. En el futuro te tomaré la palabra", respondí con una sonrisa. Sería de utilidad tener un aliado en la manada en la que estaban mis principales opositores.

"Sí, no dude en contactarme. Y por favor, tengan cuidado en su camino a casa", nos pidió cortésmente.

Mi amigo y yo asentimos, antes de meternos a su auto. Como de costumbre, Nico me abrió la puerta para que entrara y luego se dirigió al asiento del conductor.

“Alia, eres increíble. Tus métodos son poco convencionales, pero funcionan a la perfección. ¡Nunca había visto una curación tan creativa!”, me felicitó Nico, en nuestro camino hacia mi manada.

"Si sigues así, me sonrojaré”, contesté alegre.

“Y esa noche en el antro… No sabía que podías bailar en tantos estilos. De verdad que nunca dejas de sorprenderme", declaró él con sinceridad, mientras el rubor subía por mis mejillas.

"Dime, Alia, ¿qué otras cosas no conozco de ti?", preguntó en broma.

"Ahora no se me ocurre nada, pero seguro que te sorprendo en el futuro", contesté, siguiéndole el juego.

Y era verdad. Mis mayores secretos eran mis sobresalientes habilidades médicas y mi papel como heredera de la Manada Plenilunio.

Con respecto a lo que decía de mis habilidades de baile, la respuesta se encontraba en mi infancia. Desde niña me gustaron todos los géneros y estilos: ballet, jazz, hip hop, belly dance, los ritmos latinos y los vals. Mi papá, al darse cuenta de mi interés, me metió a todas las clases que encontró. Lo que sí es que debía ser una sorpresa para cualquiera que no me conociera el ver mi desempeño en la pista de baile.

“Oye, Alia. Ya sé que acabas de salir de una relación tormentosa y todo eso, pero si la Diosa Luna no te da a alguien más, ¿me escogerías como tu pareja?", soltó Nico, de repente.

Yo me quedé muda. Básicamente mi amigo me había confesado sus sentimientos por mí. No sabía qué decir y la verdad prefería no contestarle.

Afortunadamente, en ese momento llegamos a la Manada Plenilunio y, de un salto, salí del carro.

Vi a Sam corriendo hacia nosotros. Apenas vio a Nico entrecerró los ojos y se puso protector conmigo. Acto seguido, me colocó detrás de él, como si tuviera miedo de que Nico fuera a hacerme algo. Sin necesidad de usar palabras, mi beta le demostró a mi amigo que estaba listo para defenderme.

Yo suspiré por la reacción de Sam. Nico era mi amigo y no tenía intención de hacerme daño, pero mi beta no tenía forma de saberlo. A pesar de que Nico había venido a la manada varias veces, nunca se había topado con Sam.

Por la expresión de su rostro, noté lo divertido que estaba Nico por la reacción de Sam.

“Alia, no sabía que fueras tan popular. Ahora sé que tengo que trabajar más duro para ganarme tu amor", se burló Nico.

“Sigue siendo un buen amigo”, respondí.

“No sabía que los amigos cercanos se tiraban la onda”, señaló Sam, con el ceño fruncido.

“Era una broma”, lo defendí, aunque sabía que Nico decía en serio lo de convertirse en mi compañero elegido. Sin embargo, en ese momento mi prioridad era calmar a mi beta.

“Alia, recuerda lo que pasó entre Ernesto y tú. No quieres que algo así te vuelva a pasar, ¿verdad? Entonces tienes que mantener tu distancia con Nicolás. No quiero que te vuelvan a romper el corazón", me sugirió Sam.

Me sorprendió la comparación que hizo mi amigo entre Sam y Ernesto, pues ambos eran polos opuestos. Nico era un caballero en toda la extensión de la palabra: amable, gentil, cortés y amoroso, mientras que Ernesto era, en el mejor de los casos, un c*brón desalmado.

De hecho, si tomaba a Nico como compañero en un futuro (que no era algo que pensara hacer), lo más probable fuera que me cuidara y amara con todo su corazón, siempre procurando que tuviera todo lo que quisiera, a diferencia de Ernesto, quien solo me dio migajas durante los tres años que estuvimos juntos.

Comparar a Ernesto con Nico era un insulto para mi amigo, pero me guardé mis comentarios, pues no quería seguir escuchando a Sam.

"No tienes nada de que preocuparte. Nico no es Ernesto, pero agradezco tu consejo", le dije a Sam con sinceridad. Aunque su actitud me enloquecía, sabía que solo se preocupaba por mí.

Sam abrió la boca, listo para decir algo más, pero lo detuve con un gesto de mi mano. En mi cabeza se abría un vínculo mental que había estado cerrado por tres años.

'Alia, en este momento estoy de visita en la Manada Plenilunio. Si estás aquí, ven a mi recámara', me dijo una voz grave, pero gentil y llena de cariño. Esa voz le pertenecía a un hombre al que no había visto desde que me casé. Inmediatamente la emoción se apoderó de mí.

“Lo siento, Sam, pero tengo que irme. Alguien a quien amo me contactó mentalmente”, le dije a mi beta.

Sam suspiró resignado, pero luego sonrió brillantemente, como si supiera la identidad de la persona que me había hablado.

"Ve", me contestó, sin perder la sonrisa. Sin decir más, me giré y corrí al cuarto de mi hermano.

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