Resumo de Capítulo 38 – Uma virada em Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo de Internet
Capítulo 38 mergulha o leitor em uma jornada emocional dentro do universo de Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo, escrito por Internet. Com traços marcantes da literatura Hombre lobo, este capítulo oferece um equilíbrio entre sentimento, tensão e revelações. Ideal para quem busca profundidade narrativa e conexões humanas reais.
••• Punto de vista de Amelia •••
No paré de correr hasta que llegué al cuarto de mi hermano. No lo había visto en tres años y lo extrañaba muchísimo. Él y yo éramos muy cercanos y al igual que mi padre, mi hermano me adoraba.
Sin tocar, abrí la puerta de la recámara y me encontré con mi alto y guapo hermano sentado en su cama.
Él se paró rápidamente, extendió sus brazos y dijo mi nombre, con una sonrisa plasmada en su hermoso rostro.
Yo salté en sus brazos y lo abracé con fuerza. Él se rio al notar lo emocionada que estaba de verlo.
“Orlando, volviste. ¡No sabes cuánto te extrañé!", le dije, mientras sentía que las lágrimas se arremolinaban en mis ojos.
Orlando Belen, mi hermano mayor, trabajaba en el palacio del Rey Alfa. Y no tenía cualquier puesto: era el jefe de la guardia real del alfa Octavio, por sus magistrales habilidades de combate y por su fuerza superior a la de los demás lobos. Tampoco es que me sorprendiera, ¿qué más podía esperarse de alguien por cuyas venas corría sangre de alfa?
Se suponía que mi hermano fuera el siguiente alfa de la Manada Plenilunio; sin embargo, él no estaba interesado en el puesto y creía que yo lo podía hacer mejor, así que eligió ser parte de la guardia real del Rey Alfa. Y tener ese puesto no era cualquier cosa, gracias a él todos los hombres lobo, incluso los demás alfas, lo respetaban.
"Yo también te extrañé, hermanita", respondió él, cargándome y dando vueltas conmigo por el cuarto.
Me reí con ganas al darme cuenta de que mi hermano todavía me trataba como si fuera una niña.
"Déjame ver cuánto has crecido", comentó con sus manos sobre mis hombros, tras soltarme.
"Orlando, hace mucho que deje de crecer", le comenté, con los ojos en blanco.
“Tienes toda la razón, ya no tienes nada de pequeña, Alia", señaló él, rascándose la cabeza.
Yo le respondí con un puñetazo en el abdomen y él soltó un quejido, a pesar de que sabía que ni había sentido mi golpe.
"También soy más fuerte", le dije sonriente.
Él soltó una carcajada, mientras se sobaba el lugar en el que lo había golpeado. Después me tomó de la mano y me sentó en su cama.
“Alia... escuché de tus problemas con Ernesto. ¿Estás segura de romper tu vínculo y divorciarte de él?", preguntó preocupado.
Su pregunta me sorprendió. Parecía que no sabía que todo eso ya había pasado.
"¿No te enteraste?", contesté.
Los ojos de mi hermano se desorbitaron. Parecía que no podía creer que me hubiera atrevido a dejar a Ernesto. Sin embargo, no lo culpaba, pues él sabía cuánto había amado a ese hombre.
“No era feliz a su lado. Su familia y los miembros de la manada me trataban como una omega, a pesar de que yo era su Luna”, le conté, con toda la indiferencia de la que era capaz.
"Algo oí sobre eso, pero no sabía si era verdad", murmuró. "¿Eres feliz ahora?", añadió, tras una pausa.
“¿Cómo no serlo? Estoy de vuelta en mi manada y ya no necesito ocultar mi identidad. ¡Además, ahora estoy al lado de papá, mis amigos y de pura gente que me quiere!", respondí para tranquilizarlo.
Él me miró atentamente, para cerciorarse de que no le mintiera. Una vez que estuvo satisfecho, su expresión se relajó y suspiró aliviado.
"Me alegro de escuchar eso. Es obvio que si Ernesto no te pudo hacer feliz es porque no te merece. Y seguro que pronto encuentras a alguien mucho mejor que él”, dijo mi hermano, con una sonrisa.
Yo le devolví el gesto, aunque no tenía ánimos de salir con nadie. Sin embargo, eso no era algo que pudiera compartir con él, pues lo último que quería era que se pusiera triste al imaginarme envejeciendo sola.
“¡Alia, saldremos en la noche para celebrar mi regreso y tu separación!”, soltó emocionado.
«Mucha gente todavía piensa que estoy triste por lo de Ernesto e intenta animarme», pensé.
"Genial", contesté con una sonrisa. Yo también estaba emocionada, pues habían pasado años desde la última vez que salimos a divertirnos.
Mi hermano acababa de darle un puñetazo a Hugo en la cara y era tan fuerte que lo había aventado a un metro de nosotros. Tenía ganas de aplaudir para celebrar su proeza, pero me contuve, pues sabía que no era buen momento.
Hugo se levantó con mucho esfuerzo y se limpió la sangre que le escurría hasta el mentón. Casi al instante se preparó para luchar y le gruñó a mi hermano, pero se contuvo al darse cuenta de su identidad. Él sabía que no era rival para mi hermano: no tenía su fuerza ni su reputación y estaba por debajo en cuestión de jerarquía.
Vi que Hugo tragaba saliva. Todos respetaban a mi hermano y el hecho de que me hubiera insultado era una afrenta directa hacia Orlando. Sabía que mi hermano se había portado con misericordia y solo le había respondido con un puñetazo, en lugar de romperle todos los huesos.
“Orlando, quiero irme a casa”, le dije a mi hermano. Sabía que acabábamos de llegar y que ni siquiera habíamos bebido un trago, pero lo único que quería era irme y olvidarme de esos tipos.
"Necesito estar sola", añadí, al ver que mi hermano se paraba.
A pesar de su reticencia inicial, Orlando aceptó dejarme ir al notar mi determinación.
Caminé hacia la salida, sin voltear hacia los dos p*ndejos que me habían arruinado la velada.
“¡Alia!”, gritó Nico, quien había corrido para alcanzarme.
“No dejes que esos imb*ciles te arruinen la noche", agregó, mientras me seguía.
Parecía que Nico siempre sabía qué decir.
“¿Qué te parece si damos un paseo? Puedes desahogarte conmigo, o si lo prefieres, podemos caminar en silencio. Además, el aire fresco de la noche te ayudará a despejarte", ofreció él.
Ambos seguíamos en la entrada del bar y yo lo miraba atentamente. Sabía que intentaba pasar tiempo a solas conmigo, con la esperanza de que cediera a sus intentos de seducción. Yo lo único que quería era estar sola.
Lo último que deseaba era pasar el rato con alguien que quería que lo escogiera como mi pareja. Además, yo no estaba buscando nada ni sentía lo mismo por él. A Nico solo lo veía como un buen amigo y no quería darle falsas esperanzas.
Estaba a punto de rechazar su oferta, cuando vi a Ernesto caminando hacia nosotros. La ira ocupaba todo su rostro y todo él irradiaba un aura asesina.
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