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*Punto de vista de Amelia*.
Al llegar al territorio de la Manada Plenilunio, me dirigí directamente a mi habitación para tomarme una ducha y descansar.
Estaba demasiado confundida, y era incapaz de dejar de pensar en las palabras de Ernesto. «Por favor, recházalo por mí»… Esas palabras seguían resonando en mi cabeza. Me preguntaba por qué quería que rechazara a Nico.
La complicada expresión en su rostro continuaba apareciendo en mis pensamientos: triste, abatido, apenado e incluso dolido.
Sus emociones me dejaron desconcertada, inquieta y, extrañamente esperanzada.
Era la primera vez lo veía demostrar tantas emociones. ¿Acaso estaba herido porque pensó que tenía otra pareja?
Sin pensarlo, lo llamé en mis pensamientos. Me preguntaba por qué me mostraba esa expresión adolorida, y si sabía cómo afectaría a mi corazón. Incluso me atreví a preguntarme si finalmente se había enamorado de mí.
Incapaz de conciliar el sueño, me revolvía en la cama, con sus palabras y expresión atormentándome.
"Olvídate de él, Amelia", intentó consolarme Alexa.
"Sí… Lo sé", suspiré. "Pero quizás me siento así porque fuimos pareja en el pasado, y durante tres años lo amé en silencio, esperando que reciprocara mis sentimientos. Y esta noche...".
"Sí, esta noche mostró una expresión diferente, lo cual te dio esperanzas", suspiró ella.
"Tres años es un largo tiempo, Amelia. Es comprensible que todavía sientas algo por él, aunque sea en lo más profundo de tu corazón, y aunque intentes negarlo y actuar como si no te importara. Pero creo que es mejor que lo olvides. Se tardó demasiado. Tres años para ser exactos", intentó convencerme Alexa.
Sabía que tenía razón. Se había tardado tres largos años para mostrar ese tipo de emoción, pero por más que lo intentara, no podía borrar la imagen de su rostro afligido de mi mente.
Mi mano derecha se deslizó hacia mi muñeca izquierda, donde solía llevar un brazalete que mi padre me había regalado antes de casarme con Ernesto. A lo largo de mis tres años en la Manada Garra Roja, lo acariciaba cada vez que me sentía triste y desesperanzada, sacando fuerzas de él.
Pero al buscarlo, me di cuenta de que ya no lo tenía.
Fruncí el ceño, pues nunca me lo quitaba. «¿Dónde podría haberlo dejado?», pensé.
Entonces, recordé haber sentido un tirón mientras ayudaba a Nico a tratar a Celia y Maia. ¿Lo había dejado allí?
Alexa confirmó mis sospechas: "Sí, creo que lo dejaste allí".
Suspiré, me levanté de la cama y me cambié de ropa. Necesitaba ir al territorio de los Garra Roja para recuperarlo.
Mientras conducía hacia el lugar, me repetía que el objetivo era recuperar mi brazalete y evitar encontrarme con Ernesto.
Al llegar, fui directamente a la enfermería, esperando que Celia y Maia estuvieran ya dormidas para buscarlo sin que nadie me causara problemas.
Sin embargo, cuando llegué a la puerta de la habitación, noté que estaba entreabierta. Dentro, vi a Ernesto y Maia. Celia debía haber sido trasladada a su propia habitación, y ahora solo había una cama queen en lugar de dos individuales. En ella, yacía Maia.
Al lado de la cama, había una silla en la que Ernesto estaba sentado, sosteniéndole las manos mientras las acariciaba a lo largo del dorso.
Maia tenía una expresión triste y lloraba mientras él la consolaba.
No podía oír lo sus palabras, pero sus rostros reflejaban una profunda bondad.
Una sensación de amargura se apoderó de mi corazón.
La medianoche ya había pasado, pero él seguía en su habitación… Y al ver su pijama de seda, se hizo evidente que pasarían la noche juntos.
No podía creer que hubiera olvidado lo enamorados que estaban. Después de nuestro divorcio, de seguro no tardaron en empezar una relación.
Me sentí ridículamente inquieta y esperanzada por sus palabras y gestos en el bar hacía unas horas. Pero me burlé de mí misma, sintiéndome estúpida y despreciable.
De repente, los recuerdos de cómo Ernesto me había tratado durante nuestros tres años juntos inundaron mi mente.
Cerré los ojos y respiré hondo. ¿Acaso no me había prometido a mí misma que no permitiría que me siguiera lastimando?
Al presenciar la escena en la habitación, se me rompió el corazón al mismo tiempo que se endurecía. Ya no había esperanza, inquietud, ni sentimientos por él… Ni siquiera creía que cambiaría…
Era probable que lo del bar no fuera más que una ilusión. Ahora estaba con Maia…
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