Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo romance Capítulo 46

El punto de vista de Amelia.

Cerré los ojos y tomé aire para no gritarle.

"Ernesto, si estás preocupado por los rogues o tienes algún otro asunto de la manada que quieras discutir, será mejor que hables con mi padre o con Orlando", lo miré con seriedad.

"Amelia, ahora eres alfa de la Manada Plenilunio. Es tu responsabilidad discutir los asuntos de la manada con los demás alfas", me sermoneó con severidad, como si yo fuera una irresponsable.

«Así que al fin te das cuenta de mi posición, B*stardo Ernesto».

"Te lo he dicho antes y te lo volveré a repetir. No deseo ser tu amiga, ni tampoco tener algún tipo de interacción contigo", expresé mi sentir, manteniendo la misma frialdad en todo momento.

"¡No seas así!", gruñó y me fulminó con la mirada.

En esta ocasión no pude controlar la risa. Me carcajeé en su cara, lo cual lo puso aún más furioso.

'¿Que no sea así?' Creí que estaba siendo amable al permitir que me llevara consigo y me hablara. La próxima vez le demostraría lo que era 'ser mala'.

"Amelia...", me llamó con tono amenazador y gruñó un poco, pero yo alcé la barbilla con altivez. No le tenía miedo.

No se transformaría para atacarme porque Roberto no tendría el valor de hacerme daño. Además, tampoco me haría nada en su forma humana porque había mucha gente en el lugar.

Él cuidaba bien de su reputación. Si se atrevía a hacerme daño ahora, los chismes irían de pueblo en pueblo diciendo que el alfa de la Manada Garra Roja había atacado a su exluna.

No solo dañaría su reputación, sino también la de la Manada Garra Roja. Estaba segura de que él no querría que se manchara el prestigio de su manada solo por mí.

"El hecho de que no quiera hablar contigo no quiere decir que sea una irresponsable", lo fulminé con la mirada.

Se enfadó por lo que dije y, para mi sorpresa, lanzó el caro brazalete contra el suelo, rompiendo la delicada jadeíta en pedazos mientras me miraba de manera feroz y con ira.

Me dio pena la pulsera. Era preciosa, y él la rompió como si no valiera nada. Me lamenté no habérsela quitado. Al menos yo la guardaría como un tesoro y no la trataría como si fuera algo insignificante.

"¡Alia!", oí la voz preocupada de Lola y la vi acercarse a nosotros, quedándose frente a mí como si intentara protegerme de la ira de Ernesto.

Me enterneció su acción. Debía estar preocupada y asustada, pensando que mi excompañero me haría daño.

Si no conociera lo mucho que le importaba su reputación, pensaría lo mismo que mi amiga cuando lo vi gruñendo de forma amenazadora.

Jalé a mi amiga y la puse detrás de mí. No estaba a la altura de mi excompañero, y no quería que se involucrara en este problema.

Estaba lista para escuchar sus duras amenazas. Pero él no llegó a decir nada.

En lugar de eso, se dio la vuelta y se marchó en silencio, no sin antes dedicarme una mirada lastimera.

Sonreí despectivamente. Otra vez esa lamentable actuación. Tal vez hubiera funcionado si no los hubiera descubierto juntos en la misma habitación, él se encontraba consolando con tanta ternura a la z*rra de su amante.

La escena me ayudó a aclarar la mente y me sacó de la ilusión de pensar que Ernesto había cambiado de verdad. Aunque en ese momento estaba dolida, ahora estaba agradecida de haber presenciado algo así. Pues no volvería a caer en su lamentable actuación.

"Alia, ¿estás bien? ¿Te ha hecho daño ese b*stardo?", mi amiga me miró de arriba abajo, buscándome posibles golpes, y vio mi muñeca enrojecida.

"¡Ese d*sgraciado!", Lolin tomó mi mano con suavidad y examinó el moretón. "¡¿Por qué tiene que hacerte daño siempre que se encuentran?! ¿Acaso en el fondo es un sádico? ¡Estoy tan enfadada con él! No deberías volver a reunirte con él".