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Mi ex-Luna rechazada, vuelve conmigo Capítulo 55
Capítulo 55
••• Punto de vista de Ernesto •••
Estaba molesto. Llevaba una semana en la Manada Plenilunio, pero no había sido capaz de acercarme a Amelia. Además, sus visitas eran cada vez más esporádicas, a pesar de que yo fingía estar débil y herido.
Por otra parte, mis heridas casi habían sanado por completo y quedarme en la enfermería me aburría enormemente. Para despejarme un rato, decidí que exploraría la manada, una de las excusas que le dije a mi ex esposa para que me permitiera quedarme.
No pude expresar lo estupefacto que quedé por lo que vi.
Lo primero que me sorprendió fue la convivencia al interior de la manada. Todos sus miembros eran educados y parecían llevarse muy bien entre ellos: ¡prácticamente eran como amigos!
La segunda cuestión que me maravilló fue la extensión de la manada: era mucho más grande que la mía y toda su infraestructura era de primer nivel.
Por ejemplo, cada una de las acogedoras casas tenía un hermoso huerto, en el que crecían frutas y vegetales, irrigado por un sistema que yo nunca había visto. Hasta ese momento desconocía que los integrantes de la Manada Plenilunio fueran agricultores y, a juzgar por la apariencia de sus alimentos, eran muy buenos.
Durante mi exploración, un edificio con forma de cúpula llamó mi atención. Me acerqué y uno de los hombres lobo que trabaja allí me explicó que era un planetario, lugar en donde los miembros de la manada podían aprender sobre astronomía y ver las estrellas y demás cuerpos celestes.
Nunca había visto u oído hablar de un lugar así. Intentando disimular mi interés, le pregunté al empleado si podía entrar, cuestión a la que él accedió.
Cuando acabó la sesión, mis ojos seguían deslumbrados por lo brillante que había sido la experiencia. Le di las gracias al personal y seguí con mi recorrido por la manada.
Mi siguiente parada fue el campo de entrenamiento, en el que varios guerreros se preparaban para futuros combates. A pesar de que lo brutales que eran sus ejercicios, nadie se quejaba: ¡incluso se veían felices, a pesar de que debían de estar exhaustos! Después de ver el régimen físico al que se sometían sus guerreros, no me sorprendió que la Manada Plenilunio fuera la segunda más fuerte de todo el continente.
Durante mi recorrido también encontré casas muy modernas, completamente construidas con muros de cristal. Era la primera vez que veía un diseño como ese.
No había algo que viera que no me maravillara. Había tantas cosas que no conocía y todas las construcciones eran tan hermosas y funcionales que me sentí un poco aturdido.
De repente, vi a Amelia parada no muy lejos de mí. Estaba rodeada por unos cuantos miembros de su manada. No podía escuchar lo que decían, pero todos tenían expresiones solemnes. Tras un rato, el ambiente entre ellos se aligeró y todos se rieron.
No lucía como la tradicional relación entre un alfa y los miembros de su manada, más bien era como si todos fueran amigos. Aun así, cualquiera podía notar el respeto con el que los demás trataban a Amelia.
Un niño y una niña corrieron hacia ella a toda velocidad. El niño le dio frutas y la niña dulces. Amelia sonrió amablemente por los regalos y les acarició la cabeza, ocasionando que ambos se pusieran muy contentos.
Yo me conmoví por la escena. Si tuviéramos hijos, ella sería la madre perfecta. Me arrepentí de siempre haber usado protección cuando teníamos s*xo, pero de nada servía lamentarse.
"Oye, tú eres el paciente que trajo nuestra alfa, ¿verdad?", me preguntó uno de los miembros de la manada, quien se había parado a mi lado.
Yo asentí. No me ofendí, porque el grueso de los miembros de la Manada Plenilunio no sabía que yo era el alfa de la Manada Garra Roja.
“La Alfa Amelia es asombrosa. Te vi hace rato explorando con fascinación nuestra manada, ¿todo es increíble?”, comentó, lleno de orgullo.
"Sí, por cierto, ¿quién está detrás de todos sus increíbles avances científicos y técnicos?", le pregunté con genuina curiosidad.
"La alfa Amelia. Incluso diseñó los programas de entrenamiento de nuestros guerreros, tomando como punto de partida su condición física", contó el hombre.
Yo no podía creerlo. ¿Amelia estaba detrás de todo? ¿De verdad eran tan maravillosa?
Volví a mirarla. Ella seguía hablando y riéndose con los miembros de su manada. Cada vez había más personas a su alrededor, lo que indicaba que era muy popular.
Me sentía conflictuado. Yo siempre había antepuesto los asuntos laborales sobre todo lo demás, especialmente de mi vida social y de pareja. De hecho, la única razón por la que me había casado con Amelia fue para fortalecer a mi manada: ella era la pareja que me había dado la Diosa y yo necesitaba una Luna.
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