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Mi Frío Exmarido (Amelia y Dorian) romance Capítulo 1281

—¿Qué se supone que está pasando? —Frida bajó la voz y le preguntó a Yael.

Yael solo se encogió de hombros, sin decir palabra.

Ambos se miraron directo a los ojos, y de inmediato se lanzaron hacia la puerta, pero en cuanto vieron que Amelia y Dorian estaban parados justo afuera de la habitación de enfrente, los dos frenaron en seco y ni se atrevieron a dar otro paso.

Amelia ni siquiera había notado que Dorian la había seguido. Ella tenía la tarjeta en la mano y estaba a punto de abrir la puerta, cuando de repente una mano se deslizó por detrás y le cubrió la suya. El susto la hizo estremecerse, y casi por instinto su codo se fue hacia atrás, intentando golpear, pero antes de que lograra hacerlo, esa mano la detuvo con fuerza.

Amelia giró la cabeza y se topó con el rostro inexpresivo de Dorian.

Él no dijo nada, solo sujetó su mano y, guiándola, pasó la tarjeta por el lector de la puerta. —Bip—, sonó el seguro, y en ese mismo instante Dorian empujó la puerta con la otra mano.

Amelia quiso resistirse, pero apenas se movió, Dorian la empujó dentro del cuarto. Con un movimiento de pie, cerró la puerta con un portazo tan fuerte que retumbó en las paredes. Amelia terminó pegada de espaldas a la puerta, sintiendo el golpe recorrerle todo el cuerpo.

—¡Dorian, suéltame...! —empezó a gritar, pero su voz apenas salió cuando él se lanzó sobre ella y la besó con fuerza, apretando sus labios contra los de ella.

Amelia se debatía, atrapada entre el miedo y la sorpresa.

Cuanto más luchaba, más agresivo se volvía el beso de Dorian, apretándola contra la puerta, como si quisiera fundirla con la madera.

En medio de la confusión, Amelia terminó mordiéndole la lengua sin querer.

Ese momento bastó para que él se detuviera de golpe, y sus ojos oscuros la miraron con una intensidad casi salvaje.

El corazón de Amelia empezó a latir desbocado, y aunque no podía sostenerle la mirada, no pudo evitar morderse los labios, apartando el rostro, sin decir ni una palabra.

Dorian, sin dejarle escapatoria, le sujetó la quijada y la obligó a mirarlo de frente.

Todavía se notaba la locura contenida en sus ojos, la furia apenas contenida.

—¿Así que planeabas irte así nada más? —Su voz sonó tan seca y cortante que el aire en la habitación se volvió pesado.

Amelia se vio obligada a levantar la mirada hacia él.

—No lo sé... Ya nos habíamos despedido.

Sintió un nuevo apretón en la quijada.

—¿Y Serena? —Dorian soltó la pregunta como una acusación—. ¿Piensas llevártela lejos de mí sin más?

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